El país parece marchar camino al abismo y nos encontramos bombardeados por informaciones encontradas, unas reales y otras inverosímiles, que nos distancian de la realidad.
Fernando Alexis Jiménez | Periodista independiente y dirigente sindical
Solamente en Colombia ocurren fenómenos tan inverosímiles como la de tener a millares de personas pendientes de los escándalos de Karen Sevillano, la Segura o las salidas folclóricas de Omar Murillo—en el reality la Casa de los Famosos–, para desconocer que los embalses del país pasan por su peor momento o que haya quien en medio de su animadversión, culpe al presidente Petro del racionamiento que se avecina en muchas partes.
La televisión tiene anestesiados a infinidad de compatriotas, que igual, están preocupados por quién corre más riesgo en el Desafío XX. Entre tanto, el país atraviesa uno de sus momentos más críticos por cuenta de la polarización política.
Todo apunta a lo mismo: sustraernos de la realidad para entrar en un mundo de fantasía, ajeno a lo que nos ocurre, como cuando Macondo sucumbió a la peste del insomnio. La describe Gabriel García Márquez en “Cien años de soledad”.
Los habitantes perdieron la memoria, pese a que se habían recluido en sus viviendas, en una suerte de cuarentena autoimpuesta para no contagiar a los que aún estaban sanos. La única solución se produjo cuando apareció el gitano Melquíades con un brebaje que les permitía recobrar los recuerdos.
El racionamiento de agua en Bogotá ha llevado a muchos vendedores ambulantes, a tomar un descanso inevitable que obliga a apretarse el cinturón y, si desean ver un almuerzo completo, fijarse no en la mesa casi vacía de sus casas, sino en alguna fotografía de revista… “Antes fue la pandemia, ahora el racionamiento”, se lamentó José Luis Builes, quien vende almuerzos en una bicicleta de repartir mercados.
Las insurgencias, los elenos y la segunda Marquetalia, tienen su propio capítulo en esta telenovela de la que los colombianos están ajenos y, como consecuencia del anestesiamiento de la televisión y de las redes sociales, totalmente al margen.
Quienes profesaban una ideología cercana, en muchas regiones resultan adversarios y dirimen a tiros de fusil sus diferencias de criterio alrededor de cómo debe construirse un nuevo Estado.
A todo esto, se suma que el presidente Petro está dedicado a defender su gestión, bien sea porque no lo dejan gobernar, porque sigue batallando por las reformas sociales o porque la oposición le inventa mitos como que esconde la cola en sus pantalones deportivos y los cachos de demonio en los sombreros alerones que está usando últimamente.
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