Nicolás Maduro empieza un nuevo período de gobierno. Una de sus prioridades debe ser, sin duda, ofrecer las condiciones para el regreso de millones de sus compatriotas que salieron de su tierra.
La posesión de Nicolás Maduro para un nuevo período de gobierno, está a la vuelta de la esquina. Pero de la Venezuela que aparece en los informes estatales, según la cual continúa la prosperidad pese al bloqueo norteamericano y de otros países, la gente se sigue yendo. Salen con sus pocas pertenencias en una mochila, en caravanas que se aprecian en las autopistas, como un desfile de caracoles melancólicos, con la casa a las espaldas.
“Aquí en Colombia aprendí las mil y una maneras de sobrevivir”, me dijo Jean Carlo, quien según explicó en un bus del transporte masivo de Cali, estudió ingeniería de sistemas.
Se encontraba en la terminal de transportes junto con su esposa y dos hermanitos, de 7 y 5 años, respectivamente. “De nada me sirve ser profesional en mi país, si no se consigue trabajo”, se lamentó mientras distribuía entre los pasajeros bombones de los baratos. Los compra frente a la iglesia de la Ermita. “Con su aporte, por pequeño que sea, podemos sobrevivir con mi familia”, explicaba a todos, mientras miraba a ver quién se metía la mano en el bolsillo.
Su meta es llegar a Quito, Ecuador, donde tiene familiares. “Así sea lavando sanitarios, pero tendré unos ingresos”, anotó, ante la indiferencia de la mayoría.
He estado en Venezuela en dos ocasiones. Cuando estaba Chávez, invitado por el Sindicato de PDVSA para ayudar en el primer referendo presidencial, y en el 2020. La diferencia entre uno y otro gobierno es abismal. Salta a la vista.
Cuando inició el chavismo, el petróleo se comercializaba en todas partes y había plata para redistribuir las ganancias entre la población, con programas sociales que ayudaron a cerrar las brechas sociales. Aunque era camorrero, Hugo Rafael Chávez acudía a la vía diplomática para hacer las paces. Es cierto, a conveniencia, pero no dejó que les cerraran las puertas en los mercados internacionales.
Con Maduro es otro cuento. Igual, compra una pelea en un ascensor, pero aviva las broncas con un discurso incendiario que, considera, reafirma su ideología. Lo que ha hecho es ganarse enemigos por todas partes, agenciarse un bloqueo económico y, de paso, perjudicar a su pueblo.
Aunque tendré contradictores con mi planteamiento, estoy seguro que el éxodo de venezolanos ha sido alimentado por el presidente Nicolás. Se ha ocupado en buscar la manera de perpetuarse en el poder y no en buscar alternativas que permitan encontrar salidas a la crisis socio-económica de su país.
A Jean Carlo no le compré los bombones, pero le ayudé para proseguir su camino. No es apoyo a la mendicidad, es solidaridad. Entiendo su situación. También tengo familiares migrantes en España. Se fueron durante el gobierno de Duque y, aunque reconocen en Petro un presidente con corte social y popular, prefirieron quedarse en Europa, donde ya “sentaron sus reales”.
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