Las diferencias sociales afloran con más fuerza durante la Navidad. Hay quienes compran mucho y, por supuesto, los que compran poco, porque no tiene con qué.
En la década de los noventa se popularizó el tema “La navidad de los pobres”, de la Sonora Palacios.
La primera estrofa de esta cumbia tropical, resulta conmovedora: “Junto a la mesa sentados están los cinco niños, papá y mamá. Humildemente van a esperar al Niño Santo que nacerá. Y si no hay turrón, hay un corazón; nada que tomar, mucho para amar. Una sonrisa para empezar, porque es muy pobre la Navidad.”
Una realidad a la que no podemos ser ajenos. Los que tienen suficiente, compran la cena en el centro comercial. Los que tienen poco, un pollo asado en el negocio del barrio, con papas y maduro. Hacen rendir todo con arroz, por si algún vecino se aparece.
Los juguetes de los pudientes, son electrónicos; los de los pobres, son de plástico. Se consiguen carritos y muñecas desde $35 mil. Hay muchos puestos en el centro de Cali donde venden jugueticos baratos. Incluso, a menor precio. Es para los que, definitivamente, tienen carencias. Los que viven de rebusque. Aquellos que no quieren que sus hijitos se queden sin regalo la “nochebuena”.
En las casas de los que pueden, se bebe aguardiente, ron, wisky y tequila. En las de los pobres, cervecita. En lo que coinciden unos y otros, es en no dejar pasar la ocasión para reunirse. Y si no hay para cenar, ni siquiera presas de pollo, pues chocolate con pan, como me tocó junto con mi amada familia en una época aciaga de nuestras vidas.
Fueron tiempos difíciles que no avergüenzan, sino de los que se aprende mucho. Sobre todo, que cuando vienen las épocas buenas no podemos perder la sencillez y la humildad. Eso sería tanto como traicionar nuestra clase, nuestro origen.
Así las cosas, lamentable que se realizaran operativos en el centro de Cali, en los que “levantaron” la mercancía de los vendedores ambulantes. Buena parte de ella fiada para ganarle algo. Al fin y al cabo, ellos también tienen derecho a la Navidad…