En Colombia muchas personas viven del rebusque. No es otra cosa que ingeniárselas para ponerle trampas al centavo. Y aunque estamos en un gobierno de cambio, esa miseria acumulada por años, es uno de los retos que se deben enfrentar.
Fernando Alexis Jiménez | Periodista
Si le digo que John Caicedo es un ejemplo de superación, quizá el nombre le resulte totalmente ajeno y su historia le parezca distante de la realidad. En cambio, si le cuento que vende cocadas en el centro de Pasto, que se ríe a toda hora como si su mundo fuera un entorno de felicidad pintado de colores mágicos y que jamás se le ve decaído, aunque las ventas estén bajas, el panorama cambia. Seguramente sabrá de quién le hablo. Es más, quizá lo ha visto.
Su punto de encuentro es la Plaza de Nariño, pero también se le puede encontrar en otros espacios de la periferia, con su cajoncito de madera y las cocadas, de un café brillante intenso, dulces, provocativas y frescas. Parecen sacadas de una fotografía.
Llegó a la capital desde muy joven, desplazado por la violencia que azotaba a Tumaco. La necesidad lo hizo “echar pa´delante”, como recuerda con frecuencia y, a punta de esa amalgama de coco y melao de panela, sostiene a su esposa e hijos.
Sin ser coaching de motivación ni nada parecido, enseña que los imposibles están en la mente. Por eso, además de comprarle una cocada, usted termina llevándose un consejo gratis, pero sin envoltorio, para atesorarlo en el corazón.
Sin un peso para publicidad, el “negro de las cocadas” se hizo famoso al interpretar, a capella, un tema musical, en el concierto de Hebert Vargas, el cantante vallenato, cuando se presentó en Sandoná.
¿Y cuando lo de las cocadas no funciona? Se disfraza e interpreta el baile de Celia. En Chapal lo conocen mucho, porque le entra más plata. Las personas enfrascadas en un embotellamiento vehicular, ven su espectáculo y se dejan ver con una moneda o un billete.
John Caicedo encarna al colombiano que no se rinde ante las adversidades; al colombiano que vende arepas en Venezuela, el que montó un restaurante de frijoladas en Tlatelolco (México) o les compite a las pupusas de El Salvador con masas de choclo tierno. ¿Quién dijo obstáculos? El distintivo del país se lleva en el alma, en el tricolor y en la disposición de vencer la adversidad.