“Al otro Manuel nunca lo conocí en sus rastros de hombre vivo, ni siquiera lo conocía con el nombre que identificaba a su persona. Cuando se ha existenciado la respiración por tanto tiempo en la montaña, uno no alcanza a vislumbrar la intensidad de las luces del pueblo y, menos ver a esa distancia a un hombre como el otro Manuel, a quien yo ese día en la escuela de cuadros en El Davis -no lo hice por voluntad propia porque ignoraba su presencia, sino por voluntad de otros-, reemplacé en este mundo de nombre. A él como a cualquier otro hombre hay que conocerlo en la profundidad de la historia que construyó al pisar y dejar sus pasos en la tierra…”.
Cuando Pedro Antonio Marín en 1930 apenas tenía once meses de edad, el otro Manuel andaba en los treinta años y fundaba junto a María de los Ángeles Cano, al partido comunista de Medellín. Siempre puntual y asiduo, no perdía reunión que la dulce, tierna y exaltada María Cano -sufría una inquietante transfiguración ante el majestuoso espectáculo de la multitud reunida, psicología del grande orador-, organizaba por esa época en su casa todas las tardes. Un receptáculo de ideas afines.
El otro Manuel con su metro ochenta centímetros de estatura, de sus pies descalzos hasta su cabeza sin sombrero, porque no usaba aún zapatos, escuchaba con inmensa pasión las palabras que con elocuencia brotaban de la boca de María Cano, apuntaladas en su metro cincuenta y ocho centímetros de estatura. Dos formidables estaturas venidas de formación distinta; los dos anduvieron de brazo en la fogosa agitación promovida por el Socialismo Revolucionario en los inicios del año 26.
El otro Manuel que era un orador llano y directo, de persuasivos argumentos de clase, poseído de su importancia de hombre de pueblo, había tenido la oportunidad de escuchar doblemente el timbre sonoro -magistralmente manejado por ella en las escalas de su intensidad-, de la voz de María Cano; dulce, angelical y suave en la sala de su casa y fogosa, acusadora cuando esta pequeña y delicada mujer le abría con los dedos de sus palabras los ojos al país y lo hacía temblar, en la formidable cruzada que realizó en la década de los veinte.
(Arturo Alape, Las vidas de Pedro Antonio Marín Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo, Editorial Planeta Colombiana SA, Bogotá, 2004).
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Cali, Abril/58. Economista con estudios pos universitarios Universidad de la Habana-Cuba. Especialización Administración Pública UNIVALLE. Directivo Sugoviano y Líder Comunitario –JAC, Coordinador de Cuadra.
Escribe desde 1984, siendo su primer fragmento “Tristeza y Alegría”. Desde entonces no ha cesado de trazar unas cuantas líneas denominadas MI VOZ. Su escuela literaria su Tío el Escritor caleño Arturo Alape. Prepara compilación de sus trazos diversos pero unitarios: Imaginar Futuro como lo decía Galeano.
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