Una propuesta que apenas está en proceso de construcción, ha desatado una ola perjudicial de especulaciones en el país.
Fernando Alexis Jiménez | Periodista independiente y dirigente sindical
Alguien comentó que el carro que atravesó la única calle de Villavieja y Pueblo Nuevo, en la zona rural de Natagaima, parecía sospechoso, no solo por el color negro, sino porque dentro se veían personas de rostro sombrío. Caía la tarde y la fonda del caserío estaba parcialmente llena: unos comprando víveres, y otros, bebiéndose una cerveza después de una jornada calurosa.
Una matrona preguntó si no serían los mismos a quienes se acusaba de robar niños para extraerles los órganos, que según había escuchado en la radio, iban a zonas distantes de Colombia a cometer sus fechorías.
Pronto, esos dos comentarios sueltos se convirtieron en un rumor que viajó, por el método eficaz del voz a voz, de finca en finca y atravesó montañas, cañadas y quebradas, como el anticipo de que algo grave se avecinaba.
Quien escuchaba del asunto, sumaba su propia versión, hasta convertirlo en un relato espeluznante que llevó a los niños a esconderse en casa, y a sus padres a espiar furtivamente cada vez que escuchaban en la distancia que se acercaba un vehículo. Algunos se fueron a otras regiones, abandonando incluso sus pertenencias.
Una dinámica similar, algo terrorífica y alimentada por la especulación, se desató con motivo de la propuesta del presidente Petro en el icónico sector de Puerto Resistencia en Cali, cuando dejó entrever que las reformas sociales, si no hacían tránsito favorable en el Congreso, debían ser refrendadas por el pueblo.
Unos dicen que será un segundo Hugo Chávez, mencionan que sería un émulo de Fidel Castro, pero sin barba, otros que Daniel Ortega le quedó en pañales y hay quienes se atreven a compararlo con Kim Jong-un, el dictador de Corea del Norte. De la noche a la mañana, muchos asocian a Petro con el olor a azufre y advierten que detrás de su vestimenta, esconde la cola mientras se cubre los cachos con esos sombreros grandes que le regalaron en Córdoba.
Ni lo uno, ni lo otro. La Asamblea Nacional Constituyente es una propuesta que debe seguir su curso. Satanizarla, agudiza la polarización en el país. Los rumores apocalípticos en nada contribuyen a construir un nuevo país.
LOS PUNTOS PRINCIPALES DE LA CONSTITUYENTE
En los seis puntos de los que habla, no figura la reelección, y aunque los soñadores de la izquierda seguimos creyendo en un cambio donde haya igualdad y justicia social, la ultraderecha del país no permitirá que un progresista siga en el poder.
Son temas puntuales de orden laboral, pensional, de salud y equidad económica. No deberíamos temerle a que esas decisiones se tomen en las urnas.
Recordemos que la Constitución de 1991 fijo las reglas de juego para convocar a una Asamblea Nacional Constituyente en Colombia, particularmente el artículo 376.
El último censo electoral estableció que en Colombia 40.292.068 personas están habilitadas para votar. Para aprobar la realización de una asamblea nacional constituyente al menos una tercera parte de esos votantes deberían dar su voto afirmativo en las urnas.
Seguir moviéndonos alrededor del argumento del cuento “Algo muy grave va a suceder en este pueblo”, del nobel colombiano, Gabriel García Márquez, es anticiparnos a los acontecimientos y permitir que especulaciones y rumores apocalípticos nos impidan vivir en paz.
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