En el marco de las mil y una actividades para no pasar desapercibida la fecha, la fundación el Teatro Vive, de Palmira, puso en escena una obra especial que denuncia el paramilitarismo, las persecuciones, las desapariciones forzadas y el desplazamiento.
Noviembre reviste un significado especial para los colombianos. Pero no por ser antesala del período decembrino, porque la pobreza que prevalece en muchos hogares le resta brillo a este período que capitaliza el comercio para sacar ganancias. Noviembre es especial porque se recuerda la firma del pacto con las otrora Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC. Un episodio doloroso de la historia porque muchos de los reinsertados que le apostaron a la paz, han sido asesinados por fuerzas oscuras que todos saben quiénes son, pero pocos lo dicen abiertamente por temor a represalias.
En el marco de las mil y una actividades para no pasar desapercibida la fecha, la fundación el Teatro Vive, de Palmira, puso en escena una obra especial que denuncia el paramilitarismo, las persecuciones, las desapariciones forzadas y el desplazamiento.
Conocí hace 29 años sobre su nacimiento como grupo, cuando se presentaron en la sala Cali Teatro, en pleno centro de la capital vallecaucana. Presentaban “La mujer que llegaba a las seis”, con base en un cuento del Nóbel Gabriel García Márquez.
Los espectadores fuimos pocos. Podíamos contarnos con los dedos de las manos. En ese momento, eran unos “Ilustres desconocidos” para el mundo de las tablas. Hoy es diferente. Con el paso de los años son referente a nivel nacional e internacional en materia escénica.
Ana Rosario Grisales y Luis Eduardo Jiménez Barco están al frente de esta fundación. Su más reciente puesta, fue un performance sobre la paz, que se difundió mucho al cumplirse cinco años del pacto con la insurgencia. Impactan. Los espectadores literalmente “se meten en la película” y reaccionan con rabia ante la representación de los violentos.
¿Qué es el Perfomance Teatral por la Paz?
Es un trabajo teatral fruto de la investigación en torno al conflicto social y armado en Colombia, sus consecuencias, sus víctimas. Aborda aspectos como la violencia y el desplazamiento, con el objetivo de expresar la realidad pero logrando sensibilizar al espectador de manera impactante, que colme de reflexión que es lo que hace posible avanzar en una cultura hacia la paz.
Estamos tomándonos un cafecito en pleno centro de Palmira. Lo que me agrada de Ana Rosario y Luis Eduardo, es que no se han dejado permear por el reconocimiento que vienen teniendo últimamente. Son unos quijotes de las artes, sin duda, pero ahora, los referencian en muchas partes. Luis Eduardo es extrovertido, y tiene la risa de una vajilla de cristal cuando se rompe contra el pavimento. Ana Rosario es otro cuento. Más bien, mide cada palabra.
¿Cómo es el asunto de que quieren involucrar al espectador con el teatro?
El performance se hace inicialmente desde el teatro invisible y también desde la estética de un teatro participativo con el espectador. Cuando nos presentamos, buscamos que reflexionen y se planteen acciones de solidaridad y paz con quienes padecen la violencia y desarraigo de sus territorios en Colombia y el mundo. En pocas palabras, vivenciar directamente la narración de lo que significa la guerra para las víctimas en el campo es cambiar el imaginario del conflicto en las ciudades.
Luis Eduardo está concluyendo una maestría con una reconocida universidad española, ahora que es posible el estudio virtual. Por eso, junto con su esposa, son unos dedicados investigadores del arte teatral. Mientras me apuro ese café con pandebono, no dejo pasar la oportunidad para preguntarles:
¿Y sí tiene acogida el performance como representación, más cuando hablamos de los cinco años del pacto de paz?
Por supuesto. En este caso, el perfomance es el final de la puesta en escena de algo que llamamos teatro antropológico.
No puedo ocultar que casi me atraganto con el refrigerio. A mí, que soy un parroquiano de Vijes, uno de los pueblos más hermosos del Valle del Cauca, eso de teatro antropológico me suena como a mandarín o un idioma extraño:
¿Y esa vaina, qué es?
Luis Eduardo me mira y estalla en una de sus típicas carcajadas atronadoras, tanto así que la dueña del negocio se queda mirando, sorprendida. Al final, se contagia de la risa, sin saber por qué.
Te explico: en el teatro antropológico se vivifican los símbolos la tierra, el agua y la luz para abrir la expectación de que sí es posible dar paso pasos firmes para avanzar una paz duradera en Colombia. Queda dentro del performance la participación en la reconciliación, que es el camino para construir una mejor sociedad en paz.
Vi otros actores, ¿Quiénes son?
Sí, la compañía el Teatro Vive ha sumado actores muy buenos. Además de nuestra participación con Ana Rosario, tenemos a Luis Montenegro, Leidy Juliana Jiménez, Margarita Grisales, Juan Manuel Gómez y Pilar Colorado. Las luces y el sonido están a cargo de nuestro hijo menor, Camilo Ernesto.
Y en la pandemia, ¿no quebraron? ¿Cómo hicieron para permanecer vigentes?
Quien responde es Ana Rosario:
Acudimos a la virtualidad. No podíamos permitir que el encierro obligatorio ahogara la voz del teatro, porque el Teatro Vive.
El sitio donde estamos es acogedor. En la distancia, por encima de los techos de las casas, se ve la cúpula de la catedral. Palmira es hermosa y, hoy por hoy, una cuna del arte y semillero de nuevos artistas.
Afortunadamente los miembros de El Teatro Vive no han sufrido los rigores de la persecución, como sí ocurrió en tiempos aciagos en Paraguay, Argentina y Chile.
Yo mismo siento reservas. Soy consciente de que, para el gobierno, quienes estamos en el mundo de las letras, como en mi caso, bloguero, somos enemigos del sistema aun cuando tengamos una clara vocación por la paz. Pero esas no son circunstancias que nos impidan seguir viendo la realidad y escribiendo sobre el sufrimiento de nuestro pueblo.
Compartimos con ustedes algunas fotografías sobre la puesta en escena del Perfomance sobre la Paz.