Harry y Meghan vinieron a pasarla sabroso. Tararearon la cumbia y hasta sonrieron con alegría al escuchar la marimba y los cununos en el Petronio Álvarez. Pero, su visita, ¿qué le representa a Colombia?
Resulta irónico que en un país donde millares de personas todavía siguen enfrentando el hambre y la miseria galopante, y decenas se quedan extasiados ante las vitrinas de los almacenes soñando con ropa y zapatos que están por encima de su presupuesto, se le haya dado tanta prensa a la visita del príncipe Harry y de su esposa Meghan, duques de Sussex.
Los dos representan a la monarquía europea. No los imagino montados en un vagón del transporte masivo, comprando chontaduro junto a la Plaza de Caycedo o preguntando por algún artículo barato en un puestico del centro de Cali. Si lo dos sudaron con los calores de la ciudad, lo que transpiraron fue el olor de perfumes finos y su calzado no se pegó en el asfalto de las calles que, con el sol incandescente, parece derretirse.
Por supuesto, me identifico con el gobierno progresista de Petro. Es una oportunidad que quizá no se repita para que Colombia logre superar sus tasas de pobreza. Pero no veo que Harry y Meghan vayan a gestionar recursos para nuestro país.
Más bien, venían de paseo a Colombia, que debe resultarles un país pintoresco, donde los pobres que arrastran el pesado lastre de mantenerse en el olvido, son quienes hoy claman por el regreso de la derecha al poder.
La negra grande de Colombia, Francia Márquez, con quien la oligarquía colombiana no comulga, pecó de ingenuidad al acompañar a los dos representantes de la Casa Real Británica, pensando que van a dar algo.
La misma expectativa de quienes habitaban Neiva, hace 50 años, y confundieron al ex seminarista, Jaime Flores, con el embajador de la India. Lo atendieron como un rey esperando progreso, y lo único que lograron fue unas deudas las berracas. Y si no me cree, véase la película…
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