Las insurgencias y los grupos armados que perviven, deben aprovechar el tiempo que queda para negociar con el gobierno nacional.
¿Por qué me dejó el vuelo? Por confiado. Estaba en el Aeropuerto El Dorado, en tránsito hacia Cali. Pudo más mi deseo de tomarme un café. “Estoy de afán”, le dije a la señora del negocio. Ella sonrió y se tomó todo el tiempo del mundo para moler el grano y luego prepararlo. Olía delicioso. Y me relajé.
Calculé que en cinco minutos llegaba a la puerta para abordar. No había fila. Sonreí confiado. “Lo siento, ya cerraron la puerta del avión. Terminamos de embarcar”, me dijo la joven que atendía el abordaje. Luego siguió mirando su celular. ¿Qué hice? Lamentarme porque no llegaría a tiempo a casa, por confiado.
Esa anécdota viene a mi memoria cada vez que pienso en la suspensión de diálogos con el ELN y las disidencias de las FARC.
El gobierno de Petro, poco a poco y en medio de las dificultades que le han llevado a ocuparse de esquivar los ataques permanentes, avanza hacia su fin. Le quedan poco menos de dos años. El paso del tiempo es inexorable. Y si no se aprovecha la oportunidad de la Paz Total, el país continuará inmerso en un estado de guerra y de zozobra.
“Claro que deseo volver al campo, pero ahora es imposible”. Leonidas García vivió 60 años en La Habana, zona rural de Buga. Hoy tiene 82 años. Salió huyendo cuando se produjeron los enfrentamientos entre paramilitares y la insurgencia, en el 2001.
En un yipeto sacó lo poco que pudo, embalado en un costal. Inicialmente se radicó en Tuluá, pero ante la falta de trabajo, viajó a Cali. Hoy vende tintos y pan de dulce. Tiene su clientela entre los jubilados que se reúne en la plazoleta del CAM.
Leonidas añora su tierra y encarna el anhelo de los colombianos: que termine la guerra. Es ahora o nunca. Que se silencien los fusiles y los guerreros vuelvan a sus hogares…
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