La esencia de la pacificidad de las manifestaciones es innegable. Un asunto distinto es que las manifestaciones han sido infiltradas. Jamás se validará el vandalismo, venga de donde venga, como mecanismo de expresión de la inconformidad. Desde el SUGOV, le apostamos a marchar en paz.
Por Fernando Alexis Jiménez – Dirigente sugoviano.
Las movilizaciones que se han desarrollado desde el 28 de abril, cuando inició el Paro Nacional, están marcadas en su mayoría por un distintivo: su carácter pacífico. Desde un comienzo, ese fue el espíritu que animó al Comité Nacional de Paro. Y bajo ese convencimiento, los dirigentes, afiliados y simpatizantes del Sindicato Unitario de la Gobernación del Valle del Cauca—SUGOV–, hemos participado de las marchas.
Nuestra presencia ha sido comprometida, conscientes que protestar es un derecho constitucional al que no vamos a renunciar y, en esa dirección, ningún colombiano debería eximirse de salir a las calles, a expresar su inconformidad.
ESTIGMATIZACIÓN DE LA PROTESTA SOCIAL
Jamás se validará el vandalismo, venga de donde venga, como mecanismo de expresión de la inconformidad. Y se plantea así, porque aquí nadie puede afirmar a ciencia cierta que los encapuchados que vandalizan, sean cercanos al Paro. Bien podrían provenir de las fuerzas oscuras interesadas en la desestabilización del país.
No es algo nuevo. El sabotaje a las concentraciones populares es una estrategia mundial enseñada por las escuelas norteamericanas de inteligencia donde se preparan las fuerzas policiales de primera línea, de todos los países, incluso de Colombia.
Cuando se quema una estación de transporte, un vehículo, se agrede a un agente del orden o se atenta contra un civil, lo que se desvirtúa es el procedimiento de la protesta social. ¿A quién más que al propio establecimiento podría interesarle esto? Un punto de reflexión que no podemos pasar por alto.
TOQUE DE QUEDA EN EL VALLE DEL CAUCA Y SOLICITUD DE MILITARIZACIÓN
En ningún conflicto social la militarización es el camino. Está probado. Ordenar la presencia de este tipo de fuerzas, lo que desencadena son brotes de violencia y una licencia tácita para que se produzcan desmanes contra la población civil.
La declaratoria del toque de queda en los 40 municipios y los Distritos de Cali y Buenaventura a partir de las 7:00 pm, de este viernes 28 de mayo, y la solicitud de la Gobernadora, Clara Luz Roldán, al presidente Duque para que genere asistencia militar (militarización en términos castizos), enrarece el ambiente en la región.
La mandataria argumentó: “Hago un llamado respetuoso al señor presidente de la República, Iván Duque, para que, como comandante en jefe de las Fuerzas Militares, despliegue toda la capacidad de nuestra Fuerza Pública y se haga efectiva la asistencia militar para retomar el control del orden público en el departamento, siempre apegados al respeto de los Derechos Humanos”
Esto, por supuesto, va en contravía de lo que está solicitando el Comité Nacional del Paro, que es justamente la solicitud de desmilitarización y que se brinden garantías para la protesta. Algo distinto, lo que hace es levantar barreras para el diálogo. Y eso es preocupante, porque desde el SUGOV somos proclives a que se abran puertas al entendimiento, no el nuevo escenario que vemos ahora.
NUESTRO ANHELO: EL DIÁLOGO Y NO UNA RÉPLICA DE LA LARGA NOCHE
En Chile, a mediados de los setenta, se hizo famosa la larga noche. Aludía al control represivo ejercido por los militares sobre el país. Al amparo de sus facultades, no solo se extralimitaron, sino que promovieron desapariciones, ejecutorias sumarias y torturas. Esa larga noche no la olvidarán ni los chilenos, ni el mundo, ni la historia.
Porque abogamos por el diálogo en un marco civilizado, en paz, llamamos a que se reconsidere esa decisión. En este planteamiento estamos en consonancia con lo que plantea el Comité Nacional del Paro. Militarizar puede conducir a una larga noche que no soportaría Colombia, salvo que se avivaran más la inconformidad, confrontaciones innecesarias y sangrientas, y motivos de responder. Ese bien puede ser el catalizador de una guerra civil que nadie quiere. Y eso no es precisamente lo que espera un pueblo sufrido como el nuestro.
Esa la larga noche se replicó en Nicaragua, El Salvador, Argentina, Bolivia y en Colombia, después del Paro de Septiembre de 1977. Se ordenaron allanamientos sin que mediara ninguna justificación, se judicializó a sindicalistas y desaparecieron sinnúmero de líderes sociales.
Lo que resta es el desescalonamiento de esta situación. ¿Quién debe dar el paso? El presidente Duque, quien se ha negado sistemáticamente a refrendar los protocolos que garanticen la protesta social para emprender las siete meses propuestas por el Comité Nacional del Paro, así como permitir la veeduría de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El pueblo está dispuesto, pero necesitamos de un presidente que deje la arrogancia y se disponga a concertar… Es la única salida de la encrucijada…
NOTA IMPORTANTE: El presente artículo refleja la opinión de su autor, quien se hace responsable por el contenido, consciente de que sus planteamientos, no necesariamente interpretan el pensamiento político-sindical del movimiento sugoviano. El autor agradece al compañero, Juan Carlos Vergara, por haberle facilitado las fotografías.