La actitud mezquina del presidente Duque no prevaleció y miles de colombianos recibieron la espada en medio de aplausos, en la emblemática Plaza Bolívar.
La arrogancia le ganó la partida al expresidente Iván Duque. Hizo sentir su posición de poder hasta último momento. Negó el permiso para que la espada de Bolívar, sustraída por el M-19 el 17 de enero de 1974, estuviera en la posesión de Petro. la del 74 fue la primera acción político-militar de la organización. En criterio de Yamel Riaño, uno de sus integrantes, una forma de “reivindicar la lucha del pueblo por la justicia”.
Esa arrogancia de la que hizo alarde en los momentos decisivos del país y que levantó una enorme barrera en lo que puso ser una salida dialogada al Paro Nacional del 2021, fue la que enterró el Uribismo en Colombia.
Porque aún le produce urticaria el que nuestro país emprenda un proceso de cambio, en el marco de un pensamiento progresista, se negó rotundamente a permitir que la espada de Bolívar—el moderno florero de Llorente—fuera expuesta en la Plaza donde se producía la ceremonia de cambio de gobierno.
Lo positivo es que, en adelante, lo más probable es que se institucionalizará porque, si algo debe ponderarse, es que Simón Bolívar fue un revolucionario nacionalista, filosofía que en su momento reivindicó el M-19 y que es, hoy por hoy, el fundamento para los procesos de cambio de algunos países latinoamericanos.
El mensaje lo dejó claro el nuevo presidente, Gustavo Petro:
“Esta espada representa demasiado para nosotros, para nosotras, y quiero que nunca más esté enterrada, quiero que nunca más esté retenida, que solo se envaine —como dijo su propietario, el libertador— cuando haya justicia en este país. Que sea del pueblo: es la espada del pueblo y por eso la queríamos aquí en este momento y en este lugar”.
En esas breves líneas queda claro el por qué Iván Duque puso talanqueras. Era su forma de afrentar el nuevo proceso de transformación social y política que comenzó.
Y, por supuesto, esa actitud mezquina pasará a la historia. Propia de un autócrata como él, que privilegiaba la confrontación sobre el diálogo. No en vano fue el causante de que el Paro Nacional durara dos meses y, en buena medida, que se legitimara esa lucha por el poder—a través de las urnas—que llevaron al poder a Petro.