Estos crímenes empañan un gobierno que busca el cambio y la defensa de los derechos humanos. Los hechos prueban que en el país se siguen moviendo fuerzas oscuras que, por años, han querido desestabilizar al país.
Vanessa de la Torre Sanclemente | Periodista
Falta menos de un mes para que termine el año y van 171 líderes asesinados. Uno cada día de por medio. Esta cifra ya es más alta que la de todo 2021, año en la que se registraron 161 asesinatos. 58 de los 171, que han ocurrido en este 2022, han sido desde agosto, cuando comenzó el Gobierno del presidente Gustavo Petro.
Una tragedia bestial que refleja la incapacidad del Estado colombiano para varias cosas: primero, para proteger a sus ciudadanos no importa en qué lugar del territorio se encuentren. Y segundo, lo obvio: el no poder estar en esos territorios otrora ocupados por Farc y otros grupos delincuenciales.
Son lugares donde siempre ha reinado la criminalidad. Lugares de donde salieron las Farc pero no llegó el Estado. Lugares en los que sobresale el trabajo del alma de hombres y mujeres que dedican su vida a algo tan esencial como hacer que la vida se respete. Y por eso, por ser la voz de los no escuchados y por darse la batalla de abogar por la vida y las oportunidades, terminan en la mira de los malos más malos. ¡Qué dolor!
Nicodemus Luna Mosquera, un reconocido líder social y exdirigente de la Unión Sindical Obrera de Tibú, Norte de Santander, fue asesinado el pasado viernes en Dibulla, en La Guajira. El caso más reciente. En esa zona del país delinquen las Autodefensas Gaitanistas, Los Pachencas y otras bandas de carácter local y contenido mafioso con las que -resaltemos- se está avanzando en la llamada Paz Total. Y como en la mayoría de los casos, se desconoce con exactitud cuál fue el motivo del asesinato de Luna Mosquera.
Con él, ya son 171 líderes asesinados en 2022 y ojo a esta cifra: van 1398 desde que se firmó el acuerdo de paz entre el Gobierno de Santos y las Farc.
Es preocupante que en otros tiempos de oposición, escuchábamos y leíamos alertas, críticas y reportes constantemente frente a estas amenazas y violencias contra los líderes sociales. Claro, hacer oposición siempre será más fácil. Pero no se vale el silencio. Lo que está ocurriendo es atroz y los que antes criticaban al gobierno de turno no pueden ahora mirar hacia otro lado.
En las esquinas de las ciudades, en las periferias, en los pueblos lejanos y en los cercanos también, a los líderes sociales los están matando. ¿Dónde está la política de Estado para frenar estos horrores? Así no hay paz total que valga y la credibilidad de un gobierno que se dice “distinto” se va pareciendo al de otros que poco o nada lograron protegiendo la vida de los que protegen la vida.