La decisión de todo ser humano de empuñar las armas e irse a combatir con la insurgencia no solo es valerosa sino también respetable, pero hay quienes no nacieron para una vida aciaga de combates sino para dar las batallas desde la tribuna pública…
Por Fernando Alexis Jiménez
Camilo murió antes de la hora. En medio de un combate para el que no estaba preparado. Salvo un acerbo ideológico que permanece en el tiempo, no había recibido formación militar para estar en la guerrilla, y más en una zona tan álgida en su momento, como era Santander, foco del surgimiento y fortalecimiento del incipiente Ejército de Liberación Nacional.
El padre Camilo Torres Restrepo murió abatido por las tropas el 15 de febrero de 1966, cuatro meses después de ingresar a las filas insurgentes. Iba a recuperar el fusil de un soldado abatido, pero otro combatiente que se hizo el muerto, le disparó y acabó en cuestión de segundos con la vida de quien se erigió como esperanza para el país, inicialmente en sus enconados debates por un cambio social y después en las movilizaciones que dieron forma al Frente Unido que aglutinó masas en todo el país.
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Camilo, recién incorporado al ELN, en Santander |
Y aun cuando fue cierta su muerte en Patio Cemento, Santander, e incluso los diarios publicaron una foto suya barbado y con un ojo amoratado–como consecuencia del disparo certero que recibió–ni su madre Isabel ni su hermano Fernando, recibieron jamás noticia de dónde estaba su cuerpo.
Las fuerzas militares aduciendo un secreto de Estado para evitar desórdenes públicos, lo enterraron en no se sabe qué cementerio de quién sabe qué pueblo.
A estas alturas, si no hubiese tomado tan prematuramente la decisión de irse para el monte, tendría 85 años y quizá hubiese sido Presidente ya que arrastraba a las masas. ¿La razón? Era revolucionario pero nunca se casó con una línea específica de la izquierda y, por el contrario, siempre promovió el diálogo entre el marxismo y el catolicismo, en cuyas huestes se estaban dando movimientos rebeldes de cara al sufrimiento del pueblo y la búsqueda de soluciones.
Camilo siempre creyó en un socialismo a la colombiana. Un socialismo construido desde nuestras bases que procurara un modelo económico y estructural del Estado que eliminara la enorme brecha que por décadas ha separado a los pobres de los ricos y a los obreros de los patronos.
Esa brecha que sigue manteniendo a una clase privilegiada que vive de las mayorías, de la explotación, del engaño y que por supuesto encuentra en la Política partidista un pretexto para legitimar sus beyacadas.
De sacerdote a revolucionario
Aun cuando provenía de la clase privilegiada que tiempo después combatiría, el padre Camilo Torres Restrepo encontró su razón de vivir como revolucionario, no en el ámbito sacerdotal que comenzó a ejercer desde 1954, sino tras su formación como Sociólogo en la Universidad de Lovaina, en Bélgica. Estudiar la evolución social de la miseria y el despojo a través de la historia fue el primer paso para acercarse a la realidad de su pueblo.
Le ocurrió lo que a tantos cristianos como monseñor Romero, Leonardo Boff, Casáldiga o Gustavo Gutiérrez–para mencionar sólo algunos–que habiendo militado en el catolicismo o en el protestantismo, descubrieron que la fe no debe estar al margen de la lucha por un mundo mejor, donde la injusticia sea la excepción y no la regla.
Desde 1963 y acicateado por las ideas pro cubanas tras la revolución y otras corrientes de pensamiento, el padre Camilo dio forma al Frente Unido del Pueblo, que captó la atención de los colombianos pero–y ahí viene el asunto–creyó que era tiempo de irse a la montaña justo cuando se encontraba en su mejor momento como líder popular.
No era el momento de irse a la montaña
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Camilo en la monataña, con los hermanos Fabio y Manuel Vásquez Castaño |
La decisión de todo ser humano de empuñar las armas e irse a combatir con la insurgencia no solo es valerosa sino también respetable, pero hay quienes no nacieron para una vida aciaga de combates sino para dar las batallas desde la tribuna pública, desde la legalidad, procurando cambiar los esquemas que soportados en la institucionalidad, golpean a las mayorías.
Pero esa lucha debe darse desde la legalidad para traer cambios, a menos que el apoyo a la insurrección fuera masivo y es claro que a los colombianos les ha faltado históricamente la berraquera para ser autónomos en la determinación de su presente y de su futuro.
Por esa razón, como colombiano y como sindicalista, estoy convencido que irse a la montaña en octubre de 1965, no fue una decesión acertada de Camilo Torres Restrepo. Debió esperar y madurar un movimiento de masas en las ciudades. El curso de la historia del país pudo cambiar, porque tenía crebilidad. Y de paso, sobra decir que fue una crasa irresponsabilidad de los hermanos Manuel y Fabio Vásquez Castaño–gestores del ELN–llevar al padre Camilo a una aventura irracional en un terreno que no conocía y a empuñar un arma cuando a duras penas había hecho polígono para afinar puntería.
Al cumplirse un año más de la muerte del padre Camilo, ¡respetos en su tumba, donde quiera que se encuentre! Y repetir hasta la saciedad: No era el momento de irse a la montaña…
NOTA IMPORTANTE: El presente artículo compromete el pensamiento de su autor y en nada debe involucrar la ideología del movimiento sugoviano que–alrededor de este tema–probablemente sea distinta.
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El Sindicato Unitario de la Gobernación del Valle del Cauca-Diverso pero Unitario, es una Organización Sindical de Industria y/o rama de actividad económica de primer grado y mixta, que tiene en su seno a Servidores Públicos adscritos en los Niveles Central-Descentralizado, EICES-ESES-de Nivel Dptal. y Funcionaros de Educación planta FODE .
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