Así lo cree Carmen Balcells, una de sus colaboradoras más cercanas: “A ver si la vida me alcanza para adorarlo y disfrutar de los primeros milagros. Seguro que hará cosas extraordinarias. Yo prometo avisarles si la primera cosa que le he pedido me la concede. Si hay fe, sale”, ha señalado a Efe una de las agentes literarias más famosas del mundo, que no ha querido desvelar su petición.
“Muy impresionada” por el “impacto mundial” de la muerte de Gabo, Balcells da forma con esas palabras al fenómeno que hoy se ha materializado en todo el mundo a través de multitud de condolencias de políticos de signos tan dispares como Obama y Raúl Castro, representantes del mundo de las artes y público general, que han copado las redes sociales con una sentida despedida del escritor.
La agente literaria también da con estas declaraciones continuidad al mayor legado de Gabriel García Márquez: el realismo mágico. Un concepto cuya única condición y “como su nombre lo indica”, es “que sea un hecho rigurosamente cierto que, sin embargo, parece fantástico”, según la propia definición del Premio Nobel.
“Los inventores de fábulas que todo lo creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía, donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”, esgrimió en una ocasión uno de los escritores con un intenso compromiso social y político.
Su relación con España fue muy especial. Amigo de sus amigos, y en España tenía muchos, Gabriel García Márquez llegó a Barcelona, a la que llamaba la “Cartagena de Indias” española, en 1967, allí se quedó siete años, aunque en 1990 dijo que no pensaba volver a pisar España.
De este modo y a pesar de ser Viernes Santo, las reacciones en España han sido numerosas, desde el presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, que ha lamentado la pérdida de un “autor imprescindible y el más internacional de la literatura en español”, hasta el líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, que ha dicho que pierde a su escritor “favorito” y “el de millones de lectores”.
Las letras españolas también han llorado al escritor colombiano, una firma que, según Luis Mateo Díez, “no necesita epígonos, porque su obra empieza y termina en sí mismo”; o a quien “logró revivir y transmitir la enorme riqueza del habla popular de América”, según el director del Instituto Cervantes, Víctor García de la Concha.
Su biógrafo Dasso Saldívar lo ha recordado como “un hombre sencillo, descomplicado”, un excepcional narrador al que ha ensalzado como “el otro Cervantes de la lengua, sin hipérboles”.
Gabo estuvo también ligado al mundo del periodismo, un reportero que retrató el mundo con la lente del “realismo mágico”, y al que el presidente ejecutivo de Prisa, Juan Luis Cebrián, ha recordado como “un personaje entrañable, con cierta timidez”.
“Muy bondadoso, gracioso, simpático y glotón, al que le fascinaba el poder como elemento literario”, ha añadido.
Mario Vargas Llosa ha alabado, visiblemente emocionado, la grandeza de un escritor cuyas obras “le sobrevivirán y seguirán ganando lectores por doquier”, ha declarado quien fuera gran amigo suyo hasta que en 1967, y por causas desconocidas, dejaron de hablarse, tras una pelea que no ha hecho sino acrecentar la leyenda que rodea al escritor y su mundo.
En las redes sociales, el público anónimo ha tomado la palabra y ha logrado que etiquetas como #GabrielGarciaMarquez, #Macondo, #DescansaEnPazGabo, #AdiosGabo o #Gabo hayan sido “trending topic” durante toda la jornada en Twitter, convirtiendo la red social en el escenario de un homenaje virtual al creador de Macondo, un lugar tan imaginario como real.
Ficción, realidad, utopía, imaginación y contradicción se dieron cita durante décadas en la figura de Gabriel García Márquez, un personaje inigualable que en 1994 en una entrevista con Efe en Sevilla sentenció: “Si uno no crea, es cuando le llega la muerte”. Y así, en su mágica prosa, Gabo perdurará en “El Gabismo”.