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No es ficción. Es realidad. La experimentó el escritor Héctor Abad Faciolince cuando el lugar en el que se encontraba, en Ucrania, fue blanco de un bombazo enviado por los rusos. Una crónica de la tragedia que costó varias vidas.
Por David López Canales – Periodista y escritor español
«Ahora y en la hora» (publicado por Alfaguara, mayo de 2025), el nuevo libro del escritor colombiano Héctor Abad Faciolince, es la crónica de una infamia en la guerra de Rusia con Ucrania y del ataque ruso que allí sufrió hace dos años.
Pero es, también, el relato del largo y tenebroso viaje que comenzó entonces para él, trastocando su vida por completo y sacudiéndole incluso los cimientos de la razón. Hablamos con él sobre este descenso al infierno de la guerra.
EL COMIENZO DE LA HISTORIA
Hace dos años, en junio de 2023, el escritor colombiano Héctor Abad Faciolince estaba en Ucrania. Viajó allí porque habían publicado en ucraniano su obra más conocida, El olvido que seremos, y porque quería mostrar su apoyo al país frente a la salvaje invasión rusa.
Lo convencieron para alargar el viaje y acercarse al frente. Él dudó, entre la cobardía que confiesa tener, y la temeridad, el «dar papaya», como dicen en Colombia, en ese juego de contradicciones que somos todos. Finalmente, aceptó.
En una pizzería de Kramatorsk, a una veintena de kilómetros del frente, la pesadilla le hincó los dientes.
Un misil ruso alcanzó el local, repleto de civiles, y mató a una docena de personas, entre ellas la escritora ucraniana Victoria Amelina, con la que Abad compartía viaje y a quien, además, acababa de cambiar su puesto en la mesa.
Aquel misil le sacudió la tierra y lo lanzó al suelo.
Sobrevivió, pero sus réplicas, como si de un terremoto se hubiera tratado, empezaron a agrietarle algo dentro: la razón.
Y no sólo por el bombazo, que recuerda exhaustivamente en el libro Ahora y en la hora y que cuenta con desesperación para que no se repita y para intentar hallar un porqué que no existe.
También por él. Sintió que estaba muerto, que había muerto allí aunque continuara viviendo, y la vida, su propia vida, se le empezó a mezclar, con un simbolismo que le aturdió durante mucho tiempo, con la tragedia y la muerte. Aquel viaje a Ucrania dura ya dos años. Es un viaje que no terminará pero del cual ahora, como confiesa, comienza a descansar, o a olvidar, que probablemente sean lo mismo.
UNA VIVENCIA CON MUCHO DOLOR
David López Canales: Este libro es sobre aquel viaje hace dos años y el ataque ruso, pero luego ha sido también un viaje la escritura ¿Cómo te sientes ahora al ver el libro publicado? ¿Qué supone?
Héctor Abad Faciolince: Nunca había sentido tanto la diferencia entre escribir y haber escrito, porque escribir fue espantoso. Escribir me costó mucho mental y físicamente. Era una lucha entre depresión, antidepresivos, ganas de no escribir, tentación del silencio y obligación de escribir.
Era una tormenta interior, y muy contradictoria.
Como le conté a mi amigo Fernando Trueba: estaba escribiendo dos libros. Uno era una novela y el otro, este que publico.
La novela ocurría en Gaza y este en Ucrania. Porque las dos guerras actuales más mediáticas me estremecían y me indignaban. Pero no era capaz con ninguno de los dos.
A veces iba, escribía una semana en la novela y otra en el libro de ficción… Pero había cosas que me habían obsesionado mucho, como la muerte de dos gemelas adolescentes en Kramatorsk, que de repente adquirieron una dimensión distinta.
Cuando ya el libro estaba casi terminado, o terminado el borrador absurdo que tenía de ficción y no ficción, mi hija me dijo que está embarazada de mellizos. Y eso fue muy raro. Y cuando se cumplió la fecha de entrega, aunque la podía haber prolongado, nacieron los mellizos y fueron a la UCI y mi hija también estuvo en la UCI unos días.
En ese momento yo les dije a mis editoras: no puedo más, esto es lo que tengo, este libro que intercala un capítulo de ficción y uno de no ficción, mi hija y mis nietos están en la UCI y quiero dedicarme a ellos, no tengo cabeza para nada más.
Ellas recibieron este libro que era el doble de largo y no volví a pensar en él y descansé al ver que mis nietos sobrevivían y que ya no tenía que concentrarme más en estas historias, que no tenía que seguir en el pasado, en el horror y en la muerte.
Entonces ellas me dijeron: «Bueno, ya tenemos una propuesta». La propuesta era que eliminara toda la parte de ficción y le diera un orden muy distinto al libro de no ficción y escribiera algunas cosas que faltaban. Pero al verme a mí, al ver mi estado mental en una reunión por Zoom con las dos Carolinas, mis editoras,
Carolina Reoyo, en Madrid, y Carolina López, en Bogotá, hablaron entre ellas y supieron que no iba a ser capaz de hacerlo. Entonces me dijeron que tenían una idea muy clara con el libro y que lo iban a editar y me lo iban a proponer. Y lo hicieron.
Yo siempre había hecho mis libros completamente de principio a fin. Y ahora he sido prácticamente como un director que rueda su película en cualquier orden, porque las películas no se ruedan de principio a principio, y que no ha hecho el montaje final.
David López Canales: Como una película del Hollywood clásico, cuando muchos directores rodaban pero no montaban sus películas…
Héctor Abad Faciolince: Ah, pues sí. Ellas no me lo impusieron, me lo propusieron. Mi esposa, Alexandra, que también es editora, me había dicho: a mí lo de ficción no me gusta, no te creo, no parece tu voz. Pero yo, de todas maneras, terco, lo había entregado.
Pero ellas podaron la ficción y me pidieron que completara dos cosas, y eso sí lo hice. Todas las escenas las rodé yo con mi boli y con mi libreta, pero el montaje es de ellas. Algunas personas me han dicho que no cuente esto en las entrevistas, pero yo quiero decir la verdad.
«Yo siempre había hecho mis libros completamente de principio a fin. Y ahora he sido prácticamente como un director que rueda su película en cualquier orden, porque las películas no se ruedan de principio a principio, y que no ha hecho el montaje final».
“CASI TERMINO LOCO CON EL LIBRO”
David López Canales: En septiembre pasado coincidí contigo en Colombia. Entonces estabas todavía escribiendo y se te veía muy mal. Ni nadar, que tanto te gusta, te calmaba. ¿Era por cómo contar esta historia o por estar contándola?
Héctor Abad Faciolince: Estaba muy mal. Cuando me preguntan si este libro me ayudó a curarme y fue catártico o sanador yo digo que no. Este libro casi me acaba de enloquecer. Yo estaba tomando antidepresivos y no me dejaban concentrarme.
Pero tenía que concentrarme en el dolor, en el horror y en la tristeza para poder escribir bien ciertas escenas. Necesitaba revivirlas en mi cabeza. Y lo que los químicos me hacían era impedirme estar triste. Estaba en una licuadora emocional imposible. La escritura fue un infierno.
David López Canales: Es llamativo con lo que te sucedió en Ucrania como la historia se va mezclando con tu vida: la muerte de las gemelas y tus nietos mellizos, el hecho de que la escritora, Victoria Amelina, con quien estabas, tuviera la misma edad que tu hija…
Héctor Abad Faciolince: Yo me salvo y me siento como: qué bien, me salvé, qué suerte, estoy vivo. Pero la mujer que se murió frente a ti y que cambió de puesto conmigo en la mesa justo antes del ataque tiene la misma edad de mi hija.
Te das cuenta de que esa felicidad tuya no es como para celebrar nada.
Hay unas gemelas que se le murieron al padre delante y él sobrevivió y él no debe estar muy feliz de haber sobrevivido… Te percatas de que sobrevivir no es como para echar, como decimos en Colombia, voladores, cohetes. Todo lo que pasa es muy raro. Y además que yo tuviera la edad que tenía mi papá cuando lo mataron…


El 27 de junio de 2023, tropas rusas lanzaron un ataque con misiles contra la ciudad de Kramatorsk, en el óblast de Donetsk. Uno de los misiles impactó en un restaurante del centro, causando la muerte de 12 personas y heridas a otras 65, entre ellas Héctor Abad Faciolince. Crédito: Getty Images.
David López Canales: Escribes «haber sobrevivido me hace sentir más muerto que nunca». Cuando murió su hijo, Francisco Umbral escribió «estamos mortalmente vivos». En tu caso es chocante esa idea, porque sobreviviste, y aunque no hubiera motivo de celebración, lo esperado, quizá, sería sentirse bien y muy vivo…
Héctor Abad Faciolince: Qué bonita esa frase de Umbral… Es que es muy raro porque cuando pasan todas estas cosas y estas coincidencias yo tuve unas sensaciones rarísimas. Como una superstición que se me metió en la cabeza, a mí, que soy racionalista y escéptico.
Una de esas sensaciones es que yo, en realidad, cuando me caí ahí en ese restaurante después de la explosión efectivamente me había muerto. Seguía vivo sin darme cuenta de que estaba muerto. ¿Entiendes?
Esa fantasía no era permanente, pero existía en mí. Y la otra era que Victoria me iba a ayudar a escribir el libro porque yo no era capaz.
Ella me dictaba pedazos del libro. El dibbuk de Victoria, como dicen los judíos. Estuve leyendo un libro de Emanuel Swedenborg que se titula Del cielo y del infierno donde dice que cuando nosotros morimos no nos damos cuenta de que estamos muertos, sino que creemos que seguimos vivos. Swedenborg está escribiendo lo que yo sentí.
“…PERO TAMBIÉN EL LIBRO ME LIBERÓ”
David López Canales: Esto no lo cuentas en el libro… ¿Cuánto tiempo te duró esa sensación?
Héctor Abad Faciolince: No, esto no lo cuento… No la tenía permanente, pero me duró meses. Tenía la sensación de que yo no estaba vivo y estaba tratando de escribir este libro como una expiación, porque me pareció horrible escribirlo. Ya no. Ya creo que estoy vivo.
O estoy vivo o llegué al paraíso. Cuando nacieron mis nietos mellizos pensé que no me había condenado. Es horrible… Es ridículo, lo sé.
Si mis mellizos se hubieran muerto y mi hija se hubiera muerto significaba que yo estaba muerto y en el infierno. Esa idea me duró unos días, porque estaban los tres en el hospital. Es muy loco.
David López Canales: El nacimiento de los niños te habrá permitido, si no pasar página, al menos que la vida se haya abierto camino entre la muerte…
Héctor Abad Faciolince: La vida mía estaba abierta hacia la experiencia pasada de la muerte y del horror. Y de repente la vida se abre hacia la posibilidad del futuro y de que la vida siga y de que yo siga vivo en estos nietos. Me muera otra vez o no.
Como que todo iba hacia el pasado, como que yo soy un viejo que vive en el pasado y en la muerte y en la depresión y de repente soy un viejo que vive en el futuro y en la vida. Es muy raro.
«Tenía la sensación de que yo no estaba vivo y estaba tratando de escribir este libro como una expiación, porque me pareció horrible escribirlo».
David López Canales: Hay en el libro un afán por mostrar la violencia, incluso creo que lo escribes, de mostrarla, de explicarla, para ver si así no se repite.
Héctor Abad Faciolince: Es un intento de inocular pequeñas dosis de verdad y de horror que sirvan como vacuna contra la propaganda rusa, contra las mentiras rusas y que sirvan como conciencia en las discusiones que mis lectores puedan tener. Lo de Ucrania es complejo, y es doloroso. Lo que ese país ha sufrido durante los últimos siglos de historia es durísimo. Lo que ellos están pidiendo no es nada raro. Lo que Putin teme no es a la OTAN, sino el mal ejemplo de un país muy importante en una frontera muy grande con Rusia. El mal ejemplo de vivir en democracia, en libertad y en los valores que la Unión Europea ha conseguido.
David López Canales: Tú empezaste a seguir la actualidad de Ucrania antes de la segunda invasión, porque ya la invadieron en el 2014, cuando recibes una carta en 2019 porque quieren traducir El olvido que seremos en Ucrania. ¿Cómo la sigues ahora?
Héctor Abad Faciolince: Ha evolucionado muchísimo desde aquella carta, pero, sobre todo, lo que ha cambiado del todo es la perspectiva de la guerra y lo que me enfurece todavía más: la tácita alianza entre Trump, el gobierno americano, y Putin. Es decir, esto de que en el mundo Trump, Putin, Netanyahu y otros estén tratando de imponer, de imponernos a todos, la idea de que el más fuerte tiene la razón y puede hacer lo que le dé la gana. E incluyo al chino, porque tampoco le molestará tanto si deja invadir… La idea de: repartámonos el mundo. Como ha sido siempre el mundo: el más fuerte manda. Elon Musk dice que el problema más grave que tiene occidente es la empatía ¿Qué es esa ridiculez de la empatía, de considerar que los otros y los demás sufren o piensan o sienten dolor o tienen sangre? El que triunfa es el más rico, el más potente, el que tiene el ejército más poderoso, el que va a conquistar la luna y las estrellas… Ese es el que tiene razón y los otros, los subhumanos, que se defiendan como puedan.


Dos imágenes del funeral de la escritora ucraniana Victoria Amelina, el cual tuvo lugar el 4 de julio de 2023 en el Monasterio de San Miguel de las Cúpulas Doradas de Kiev. Crédito: Getty Images.
David López Canales: A pesar de eso que dice Musk, ¿no sientes hoy una falta de empatía? Vemos en directo el exterminio de Gaza y los países de la Unión Europa no son capaces de ponerse de acuerdo ni para presionar a Israel… Incluso en la sociedad, es una época extremadamente individualista.
Héctor Abad Faciolince: Sí, el apoyo a Ucrania ha ido bajando mucho y se tiene mucho miedo a que si se invierte en armas y en defensa vaya a bajar el nivel de vida de los europeos.
Y, por otro lado, como la locomotora europea económica ha sido siempre Alemania, y como Alemania tiene el pecado original del holocausto y de haber exterminado a los judíos, siente una culpa tan extrema con Israel que prácticamente le da carta blanca para que haga lo que le dé la gana.
David López Canales: Hay otro paralelismo en tu libro que resulta también muy especial. Victoria Amelina escribía ficción y tras la invasión de 2022 deja de hacerlo para contar y documentar el horror en su país. A raíz de su muerte, has sido tú, de alguna manera, el que has dejado la ficción para hacer lo que ella estaba haciendo y contarlo.
Héctor Abad Faciolince: Sí, es verdad… Por lo menos en este libro, concretamente, yo me digo: tengo que documentar como yo puedo este crimen de guerra. No es verdad en el sentido de que no soy, como ella, una persona que se dedica a documentar los crímenes de guerra y abandona todo lo demás.
En su libro póstumo ella escribió que esperaba que su hijo, si algo le pasaba, la entendiera y la perdonara algún día. Pero sí, ella abandonó los cuentos infantiles, abandonó la novela y se dedicó a eso. Y sí, pues no lo había pensado, pero lo que dices es así. Yo trato de hacer en este libro lo que ella ya no podía hacer. No lo hago como ella.
Ella lo hubiera hecho mucho mejor. Yo sé que ella lo habría hecho si hubiera sobrevivido. Te estaría aquí contando a ti cómo me mataron a mí.
«Me digo: tengo que documentar como yo puedo este crimen de guerra. No es verdad en el sentido de que no soy, como ella, una persona que se dedica a documentar los crímenes de guerra y abandona todo lo demás (…) Yo trato de hacer en este libro lo que ella [Victoria Amelina] ya no podía hacer. No lo hago como ella. Ella lo hubiera hecho mucho mejor. Yo sé que ella lo habría hecho si hubiera sobrevivido. Te estaría aquí contando a ti cómo me mataron a mí».
SOMOS LOS QUE ESCRIBIMOS
David López Canales: Dices en el libro, «los escritores somos lo que escribimos». ¿Eso implica también lo que se publica? ¿Con este libro dudaste si publicarlo o tenías claro que contarlo era por contárselo al lector?
Héctor Abad Faciolince: Los escritores somos en la vida pública lo que escribimos, pero los escritores, como la gente de cualquier profesión, no son lo que hacen en su profesión, sino lo que hacen con sus amigos y con su familia y con la gente que quieren. Eso es lo que somos nosotros.
Lo que uno es en últimas no es lo que escribió, sino cómo lo recuerden cuando se muera. Lo que hay que hacer, creo yo, lo que yo quiero hacer, lo que yo quisiera hacer con mi vida, es no dejarles un mal recuerdo a los que me quieren.
Y eso no tiene nada que ver con los libros.
No importa si los libros son malos, buenos, regulares, eso es como dejarles una casa grande, pequeña, regular, cara o barata. Es lo que uno pudo hacer. Pero el buen recuerdo son cosas de la vida muy distintas, el buen recuerdo es que te convenzan de la ilusión de que la vida es muy bonita. Y ese es el buen recuerdo que uno quiere dejar.
David López Canales: ¿Tú crees que esa es una idea que queda al leer el libro, o que te gustaría que quedara?
Héctor Abad Faciolince: No, no lo sé… Tal vez no queda tan claro.
David López Canales: Pero es un libro vitalista también…
Héctor Abad Faciolince: ¿Sí? A este libro no le cabía confesiones de felicidad al final, entonces no queda tan claro. Tal vez este libro no logra transmitir eso, que me gustaría que lo transmitiera, no sé.
David López Canales: No un vitalismo de la vida es maravillosa, pero sí hay vitalismo en esa urgencia por escribirlo, en la rabia, en esa necesidad de ser memoria de lo sucedido, en ese querer mostrar la violencia para que no se repita. Hay una vida ahí que late…
Héctor Abad Faciolince: Ojalá haya esa vitalidad y se note. Ojalá.
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