Con un conflicto de más de 60 años, del que está saliendo, Colombia le mostró al mundo su compromiso con la naturaleza.
Al caer la noche, con la brisa del Bulevar del río Cali que baña todo alrededor y las farolas junto al afluente, cuyo rumor es cautivador, el ambiente nos lleva a disfrutar la agonía de la COP16. Junto a la mesa que ocupo, mi infaltable libreta de notas y un cafecito. Hay tanto por escribir, que realmente no sé por dónde comenzar.
Lo relevante, el clamor de los asistentes: que haya una paz real, una paz con todos y para todos, y por supuesto, con el ecosistema. Sembrar minas antipersonal en cualquier campo del país, es un atentado al planeta y a quienes lo habitamos.
Es algo que nos recuerda Elías Bolívar, el niño que fue a recoger una pelota, en la parte alta de Buga, y un artefacto explosivo oculto junto a un matorral le voló las manos. Víctima de un conflicto que él no entiende y muchísimos colombianos tampoco.
Sin duda, al concluir la COP16 queda el sabor de que se discutió bastante, hubo uno que otro discurso con tinte politiquero de quienes quisieron asumir un papel protagónico, pero al final, un compromiso claro que encabezará el gobierno colombiano: “Hacer la paz con la naturaleza”.
“Este evento ha sido altamente positivo. Mucho más, viniendo de un país en el que después de 60 años de conflicto armado, se camina hoy hacia la paz, con esta diversidad cultural de pueblos, de cruces de caminos y con una de las mayores diversidades ecológicas del mundo”, dijo la ministra del Medio Ambiente, Susana Muhamad, en una de sus intervenciones más emotivas.
Se me está acabando el tinto y ya hice señas para que, por favor, me traigan más.
Desde la perspectiva de la ministra, el reto es consolidar la paz con el medio ambiente en un país que es al mismo tiempo Pacífico, Amazónico, Andino, Caribe y Orinocense. Es una meta que nos compromete a todos, al concluir la COP16. Un norte hacia el cual debemos caminar cuanto antes.
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