
Infinidad de colombianos y latinos decidieron regresar por su cuenta a sus países de origen antes que la política migratoria de Trump, cada vez más dura, los lleve a una deportación indigna.
El anuncio del presidente, Donald Trump, de endurecer las políticas migratorias y los operativos que llevan a la deportación de latinos en condiciones inhumanas, ha llevado a que muchos colombianos decidan regresarse.
“Lorenita se fue para Estados Unidos junto con su novio, Kevin. Iban felices. Hace poco más de un año. Cruzaron la frontera por el hueco y, dos días después, estaban allá.”, me dice doña Elena, la dueña de la tienda del barrio Brisas de Los Álamos, a dos cuadras del conjunto donde vivo.
La recibieron hace un mes en casa. Reunieron plata entre todos los familiares para comprar el pasaje de regreso. Al enterarse los gringos en el aeropuerto que era ilegal, el trato fue igualmente denigrante. Pero estaban contentos de que se fuera de su tierra.
Aunque terminó la carrera de Administración de Empresas, Lorena trabajaba en oficios varios. Tiene 25 años, un entusiasmo desbordante y hoy anda buscando trabajo.
“De Kevin no volvió a saber nada. Pelearon y él dizque se fue para Chicago. Trabaja en un taller. Y cuando mi hija lo llamó para despedirse, le dijo que suerte, que él se quedaba”, explica la tendera, en cuyo corazón batallan la frustración porque su hija no pudo cumplir el “sueño americano” y la alegría de tenerla en casa.
No son los únicos latinos que viven el drama. Unos están de vuelva, otros prefirieron vivir el riesgo, hasta que los capturen en un retén o quizá en un centro comercial, en los operativos indiscriminados que siguen realizando.
De regreso, en un avión en el que comparten la misma suerte de otros deportados, sin ventanillas para observar el paisaje en la distancia, ni las azafatas que les ofrezcan lonch pagable con efectivo o tarjeta de crédito, recordarán que un día salieron de Colombia con una maleta llena de esperanza.
Se preñaron de ilusiones para parir desengaños, como decía el inolvidable filósofo de Vijes.
Entre tanto, doña Elena sigue ofreciendo verduras, frutas frescas, víveres y vísceras de pollo para la sopa, en su modesta tienda de barrio. Prefiere quedarse en su tierra antes que vivir peligrosas aventuras…
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