Sugov
Por Luis Eduardo Carvajal | Dirigente sugoviano
Si la memoria no me falla tenía 12 años cuando una tarde, acuciado por varios amigos y en especial mi hermano mayor, los acompañé a ver la película Che, que si mal no recuerdo estaban dando en el Teatro Palermo, situado en la 8 de Cali, como decíamos los muchachos que nos pegábamos nuestras escapaditas a los bares y cantinas de la zona.
A esa edad, era imposible resistirse al magnetismo y a la enorme atracción que la figura del Che rebelde y luchador, gestor con Fidel Castro de la revolución cubana, ejercía sobre los jóvenes, la que se acrecentó mucho más, luego de su heroica muerte en Bolivia.
Transcurridos tantos años, cerca de 50, no puedo dar fe sí la película fue la estadounidense, dirigida por Richard Fleischer, con las actuaciones estelares de Omar Shariff, como Ernesto “Che” Guevara y Jack Palance como Fidel Castro.
Pero si tengo presente que como nunca, el Teatro Palermo, estaba repleto y en esos instantes finales de la película, la tensión se podía cortar con un cuchillo, puesto que las tropas bolivianas, al mando de la CIA tenían cercado al Che y sus acompañantes.
Entonces, ocurrió lo inevitable. De acuerdo con las imágenes de la película, aunque nunca hubo una claridad al respecto, el Che fue sorprendido por sus perseguidores cuando se encontraba tendido en el suelo y de inmediato fue baleado y asesinado.
REVOLUCIÓN PÓSTUMA
Recuerdo que el teatro quedó en silencio, pero no por mucho tiempo. Primero se escuchó un sonoro ¡hijueputa!, que empezó a ser repicado por centenares de personas, quienes empezaron a encender fósforos. En ese momento el fantasma del Che Guevara hizo presencia en ese teatro del centro de Cali, para liderar una revolución póstuma
En efecto, desde el segundo piso empezaron a caer pedazos de silletería mientras que cigarrillos, prendas encendidas y otros elementos combustibles, eran lanzados hacia la pantalla, la cual empezó a arder de una manera espantosa, lo que me hizo pensar que la asonada había sido preparada de manera meticulosa, seguramente con la colaboración de estudiantes de la Universidad del Valle.
¡SÁLVESE QUIEN PUEDA!
Pensé que la situación se había tonado bastante peligrosa, (las llamas de la pantalla que ya habían consumido las imágenes del Che Guevara y sus asesinos, eran realmente aterradoras) por lo que con otras personas corrí desaforado hacia la salida, en medio de toda clase de arengas revolucionarias y antes de salir pude ver que ante los destrozos sufridos, con seguridad esa iba a ser la última función del vetusto teatro esquinero.
Cuando salía a la calle, pude ver antes de escabullirme, que llegaban los bomberos y la Policía a tratar de controlar el incendio y los desórdenes que continuaban al interior de la sala de cine, que se despidió para siempre con el recuerdo del Che, impregnado en sus escombros.
De esta manera, este gran ícono de la izquierda revolucionaria, que ha sido y seguirá siendo durante muchos años, una verdadera leyenda, puesto que cada vez que pensamos en revolución o guerrilla, de manera instantánea, llega a nuestra mente, la figura del Che Guevara, que sin ninguna discusión sigue siendo el símbolo de una juventud revolucionaria que no pierde la fe y sigue mirando el futuro con esperanza y también símbolo del triunfo de la revolución cubana.
Por ello, Ernesto Che Guevara, nacido en Rosario, Argentina, militar, médico, política, escritor y periodista, seguirá por siempre, siendo el emblema y el ejemplo de los jóvenes latinoamericanos y del mundo, el perfecto símbolo de rebeldía, puesto que su espíritu liberado en Los Higuerones Bolivia, nunca desaparecerá y, al contrario, seguirá agigantándose con el transcurrir del tiempo.
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