Por: Nelson Lombana Silva
El adagio popular dice que más fácil cae un mentiroso que un cojo. Durante 52 años los medios masivos de comunicación repitieron insistentemente que la responsable de la violencia en Colombia era la Farc – Ep. Hoy sus fusiles y demás pertrechos están silenciados, solo los portan mientras de acuerdo al cronograma hace dejación de ellos. Sin embargo, la violencia contra el pueblo continúa a lo largo y ancho del país, ante la mirada indiferente e incluso, pusilánime y cómplice del gobierno nacional, por cuanto el ministro de defensa, como si nada ocurriera, blande la misma tesis peregrina: “En Colombia no hay paramilitarismo”. ¿Viene asesinando al pueblo indefenso entonces el Espíritu Santo?
Con el cuadro que está viviendo el país fácilmente podría uno concluir diciendo por un lado que la guerrilla no ha sido responsable de todo ese cúmulo de crímenes que se le viene indilgando y, por el otro lado, que el paramilitarismo y el militarismo siguen intactos masacrando al pueblo en completo estado de indefensión. Las hordas privadas de los latifundistas, ganaderos, grandes comerciantes y capitalistas, se mueven como pez en el agua con entera libertad, mientras el gobierno nacional los encubre afirmando cínicamente que no existen, que es simple imaginación de la izquierda que busca desacreditar al gobierno y al Estado capitalista.
Siendo como son las cosas que vienen sucediendo en Colombia podría uno preguntarse varias cosas: ¿De cuál paz nos habla la oligarquía colombiana? ¿Cuál es el estímulo real para que el pueblo siga soñando con una paz con justicia social y una salida política al conflicto social y armado? La burguesía con su postura ambivalente, mientras en una mano sostiene la paloma de la paz en la otra acciona la metralla homicida contra el pueblo inerme. Ese es el cuadro desolador que nos está mostrando el premio nobel de paz 2016.
La acusación de que ha sido objeto el Partido Comunista que dizque combinaba todas las formas de lucha, también se pone en entredicho, porque hoy vemos claramente que quien viene realmente combinando todas las formas de lucha contra el pueblo es el régimen oligárquico. Mientras por un flanco se dispara el plan militar – paramilitar para acabar con los líderes campesinos, indígenas, populares y de izquierda, por el otro flanco dispara la criminal Reforma Tributaria y por el otro irrumpen las multinacionales y transnacionales con entera libertad para arrasar con el medio ambiente y robarse los recursos naturales.
En ese contexto, Santos vende hipócritamente su versión de paz. Faltando a la verdad vende la idea en el orbe de que Colombia ha comenzado a transitar la paz y el sosiego. Qué diera uno para poder decir: Eso es cierto. Pero, resulta que los hechos tozudos presentan una realidad totalmente diferente. El genocidio contra el pueblo por pensar diferente al establecimiento sigue intacto, inmodificable, se intensifica.
¿Por qué matan a un humilde líder comunitario de la talla de José Yimer Cartagena Uzuga, en el departamento de Córdoba? ¿Por qué matan a Olmedo Pito García, líder indígena del departamento de Cauca? ¿Por qué asesinan a Juan Mosquera Rodríguez, líder campesino en el departamento de Chocó? Es más: ¿Por qué el gobierno guarda cómplice y criminal silencio? ¿Qué sentido tiene hablar de paz cuando el gobierno insiste en darle todas las gabelas a ese criminal binomio militar – paramilitar?
Hay que entender que el proceso de paz está cruzado por la lucha de clases. La paz con la que sueña la oligarquía en cabeza de Juan Manuel Santos, no es la misma paz con la cual sueña el pueblo colombiano. Entender esta realidad es importante, porque nos indica la necesidad histórica de persistir en la lucha por la paz con justicia social. También nos permite entender que lo logrado hasta ahora (El acuerdo de paz) no es una dádiva de la sucia oligarquía colombiana, es una conquista del pueblo al precio de un elevadísimo sacrificio humano. “olvídese que la oligarquía se va a volver buena ahora con el acuerdo de paz”, dijo el camarada Raúl Rojas González, analizando la racha de asesinatos que se vienen sucediendo en el país.
El pueblo se debe movilizar para exigir el desmonte del paramilitarismo. En esa cruzada resulta de suma importancia la solidaridad de la comunidad internacional. No puede permitirse y admitirse que se repita el cobarde genocidio de la Unión Patriótica a manos del paraestado. De igual manera, hay que llamar a la unidad y a profundizar un frente amplio, democrático y pluralista, encaminado a parar el fascismo que representan Uribe, Santos, Zuluaga y Germán Vargas Lleras, entre otros.
Por nuestros muertos ni un minuto de silencio…
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Cali, Abril/58. Economista con estudios pos universitarios Universidad de la Habana-Cuba. Especialización Administración Pública UNIVALLE. Directivo Sugoviano y Líder Comunitario –JAC, Coordinador de Cuadra.
Escribe desde 1984, siendo su primer fragmento “Tristeza y Alegría”. Desde entonces no ha cesado de trazar unas cuantas líneas denominadas MI VOZ. Su escuela literaria su Tío el Escritor caleño Arturo Alape. Prepara compilación de sus trazos diversos pero unitarios: Imaginar Futuro como lo decía Galeano.
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