
La falta de oportunidades e intervención con programas sociales, alimentan el enfrentamiento entre adolescentes. El alcalde de Cali está ausente, dicen los habitantes de las zonas deprimidas.
Juan José García tiene 15 años, quedó paralizado y, de acuerdo con los especialistas, no podrá recuperarse. Solo mueve los ojos. Su padre los abandonó cuando aún eran muy pequeños.
No se accidentó practicando piruetas en una motocicleta o parkour, tampoco fue arrollado por un vehículo y, menos, se cayó de alguna altura significativa. En absoluto. Recibió un golpe contundente con un ladrillo, en uno de los constantes enfrentamientos entre adolescentes que se producen durante la noche, en el Distrito de Aguablanca, en el oriente de Cali.
Vive con su madre, su cuidadora durante las 24 horas del día, en una casa de solo dos piezas, en el barrio Petecuy. Hasta allí les llegó la desgracia.
Doña Leonor no puede resignarse a creer que ese es el mismo muchacho que otrora jugaba al fútbol en las callecitas del sector. Para rebuscarse, ella tiene una venta de arepas en la esquina, pero cada media hora se escapa para ver cómo se encuentra Juan José.
En lo más íntimo de su corazón sueña con encontrarlo, un día cualquiera, sentado en su cama. Pero segundos después la asalta la realidad: científicamente es imposible.
Juan José era practicante del guireo, auténticas batallas campales que han tomado fuerza desde hace casi dos años. Se enfrentan con piedras, cuchillos, palos, guayas metálicas, cadenas y lo que encuentren. Los conflictos ya han desencadenado homicidios y heridos graves, al tiempo que se refleja en la deserción escolar y el resurgimiento de las “fronteras invisibles”.
Dicen que comenzó en el barrio Tercer Milenio y se ha ido extendiendo a El Retiro, Desepaz, Potrero Grande, Petecuy y El Vallado.
Los participantes se citan en una cuadra, un parque o una cancha. Detrás del peligroso ‘guireo’ no hay otra cosa que adrenalina que fluye en torrentes como consecuencia de romper las reglas y un extraño deseo de divertirse, aún a costa de su vida.
Es un drama social que reclama la intervención social y económica del alcalde de Cali, Alejandro Éder. El mandatario, proveniente de las altas élites del oligopolio azucarero y de los cultivos cañeros, se ha dedicado a favorecer a los de su clase, desconocimiento los altos índices de pobreza de la capital.
Solamente generando educación, oportunidades de recreación y acompañamiento para cerrar las brechas, se puede frenar el que los adolescentes se maten en las calles, porque no tienen nada más qué hacer…
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