SINDICATO UNITARIO DE LA GOBERNACIÓN DEL VALLE DEL CAUCA
NOSOTROSCONTACTO 23 Dic, 2024

La historia de las Madres y Abuelas del Primero de Mayo


El 24 de marzo de 1976, cuando la junta militar encabezada por el general Jorge Videla dio el golpe de estado en Argentina, Estela de Carloto se desempeñaba como maestra de escuela y madre de los 4 hijos que tuvo con su esposo Guido Carlotto, propietario de una pequeña industria, vinculado políticamente al peronismo.

“Yo si no tenía ninguna figuración política. Soy una maestra de corazón, desde chiquita quise serlo. Era directora de una escuela primaria cuando irrumpe la dictadura cívico militar, esta vez con un proyecto terrorífico. Secuestro, torturó y asesinó a unas 30 mil personas, de todas las edades y condiciones sociales, incluso niños, como ocurrió la llamada noche de los lápices, que desaparecieron muchachos de 14 y 15 años”.
Su esposo Guido fue el primero en sufrir en carne propia el rigor de la dictadura. Estuvo detenido durante tres semanas.
En los años 70 en Argentina, y en toda Latinoamérica, hubo una juventud pensante que luchó contra la opresión y la desigualdad social. Entre esa juventud estaban sus 4 hijos, especialmente Laura, la mayor, que tenía entonces 23 años, estudiante de historia en la Universidad Nacional de La Plata y militante de la juventud peronista.
Tras el golpe los militares desencadenaron una fiera represión y persecución de todos aquellos que manifestaran alguna oposición al régimen.
“Todos los días desaparecían estudiantes en La Plata, que es una ciudad universitaria. Y como Laura continuó con sus actividades clandestinas, temimos lo peor para ella. Intentamos sacarla del país, preparamos todo para que se fuera y salvara su vida, pero ella se negó.
En efecto, Laura fue secuestrada por un comando militar en agosto de 1977, junto con su compañero sentimental, Walmir Oscar Montoya. Ambos fueron llevados a La Cacha, un centro clandestino de detención en las afueras de La Plata. Walmir fue el primero que torturaron y desaparecieron. Y a Laura, quien entonces tenía cuatro meses de embarazo, la retuvieron mientras daba a luz a su bebé.
En abril de 1978, por una compañera de cautiverio de Laura Estela supo que su hija estaba aún con vida y embarazada. Entonces hizo todas las gestiones que pudo para lograr que los militares la liberaran. Llegó incluso a entrevistarse con el general Reynaldo Bignone, quien le dijo que Laura no iba a permanecer con vida.
En efecto, en junio de 1978, en medio de la euforia por el Campeonato Mundial de Fútbol que aquel mes se realizó en Argentina, Laura dio a luz a su hijo y posteriormente fue asesinada. El 25 de agosto los militares entregaron su cadáver, y la única explicación que dieron fue que había sido dada de baja en un enfrentamiento con la guerrilla montonera. En realidad, fue ejecutada por una escopeta Ithaca disparada a 30 centímetros por la espalda.

Empieza la búsqueda del nieto

Estela comenzó entonces la búsqueda de su nieto. Por algunos testimonios tenía indicios de que éste había nacido y fue raptado por los militares. La búsqueda la llevó a unirse a un grupo de señoras, madres y abuelas de desaparecidos, que empezaron a reunirse espontáneamente en rededor de la Plaza de Mayo para exigir información sobre sus familiares.

“Empezamos a buscarlos y nos fuimos encontrando, aprendimos a caminar juntas. Éramos muchas. Pero no fue fácil porque no sabíamos cómo rastrear a los desaparecidos, y así la búsqueda resultaba infructuosa. Estábamos muy solas, con mucho miedo, incluso la gente nos rehuía por miedo a que los vieran con nosotras. Tampoco podíamos denunciar a la prensa, que era mentirosa y aliada de los militares. Conformamos un grupo lindo, la asociación de las abuelas, y ahí sí ya nada nos pudo detener, porque el amor por un hijo lo puede todo. Nunca imaginé que iba a seguir toda mi vida en eso”.
Parte de sus actividades eran públicas, pero otras eran clandestinas porque el riesgo era alto. De hecho, varias de estas mujeres fueron a su vez asesinadas y desaparecidas por los militares.
“Aprendimos a preservarnos y a tomar precauciones. Mirábamos si nos seguían, las conversaciones telefónicas eran disimuladas, los timbres de las casas eran en código. Todo eso fue extraño para nosotras, mujeres comunes y corrientes, algunas profesionales, otras empleadas, amas de casa. Íbamos a las casas cuna para ver los nenes que allí tenían, también a los juzgados de menores, donde siempre nos decían que no tenían información. Era mentira. En los cajones tenían las carpetas de los niños que ellos mismos habían entregado, eran cómplices. Así fuimos haciendo un aprendizaje, equivocado, pero era lo único que podíamos hacer. Entre otras cosas porque no teníamos forma de probar ante la justicia que tal o cual niño era un nieto o un hijo que buscábamos”.
Es ahí cuando surge un elemento que va a ser clave en su búsqueda: el Banco Nacional de Datos Genéticos, constituido a instancias de las Abuelas de Plaza de Mayo. Es un banco único en el mundo, que guarda muestras de sangre que permiten saber con certeza la identidad de una persona desaparecida. La señora Carlotto explica así su génesis:
“Una vez vi en la prensa una noticia sobre un padre que negaba la paternidad de un niño. Fue sometido a una comparación sanguínea y dio que sí era efectivamente su padre. Entonces yo me pregunté, para el caso del nieto que estaba buscando: si no están los padres, ¿servirá la sangre de las abuelas?”
Pero como en medio de la dictadura no podían hablar públicamente de ese tema, viajaron a Italia, Suecia y otros países a ver qué sabían al respecto. Hasta que en 1982 se pusieron en contacto con una sociedad científica de Nueva York que aceptó estudiar el caso, con un científico argentino que estaba allí refugiado. La conclusión fue que la sangre de la familia materna y paterna podía servir para dirimir la filiación de una persona.
En 1984, un año después de la caída de la dictadura, se creó en Buenos Aires un laboratorio con los equipos más modernos en la materia y empezó a funcionar, en principio con muestras de antígeno HLA de la sangre y después mediante la confrontación del ADN. Así nació el Banco Nacional de Datos Genéticos.

Encuentra a su nieto

“Yo busqué a mi nieto con la ayuda de todas mis compañeras, porque cada nieto es un poco de cada una, y cada hallazgo nos alegra a todas. Siempre tuve la esperanza de que algún día me tocaría a mí celebrar. Pero cuando cumplí 80 años vi ya mis esperanzas desvanecidas. Hasta que llegó el día en que lo encontramos, y eso fue para mí como un bálsamo de vida”.
¿Cómo ocurrió? Dio la casualidad de que cualquier día el señor Ignacio Hurban Rodríguez se enteró de que era hijo adoptado, y sospechó que podría ser uno de los desaparecidos que las abuelas buscaban. Entonces se presentó voluntariamente en las oficinas de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo para resolver esa duda. Y por la información que suministró se sospechó que podría ser el nieto que Estela de Carlotto buscaba. Corría el año 2014.
Su ADN fue confrontado con el ADN de Estela y con el de los padres de Guido Montoya, el compañero de su hija Laura, asesinado por los militares en 1977. Ambas muestras reposaban en el Banco Nacional de Datos Genéticos, que concluyó, sin ninguna duda, que era el nieto de Estela de Carlotto.
También se pudo establecer que ocurrió con él luego de que los militares lo raptaran. Fue llevado a Olavarría, provincia de Buenos Aires, y entregado a Juana Rodríguez y Clemente Hurban, una familia de productores agrarios que tenía alguna relación con los militares. Lo registraron como hijo propio, de nombre Ignacio, con certificado y partida de nacimiento falsos. Con ese nombre vivió hasta cuando las pruebas de ADN revelaron su verdadera historia. Tenía entonces 38 años.
“Él vino a la Asociación porque se enteró tardíamente de que las personas que lo criaron no eran sus padres genéticos. Un matrimonio muy humilde, peones de finca, no fueron militares. Yo no los exculpó a ellos, les dieron un niño y ellos lo recibieron. Y tengo que decir que lo criaron con cariño, no lo maltrataron, como si lo fueron otros niños”.
Dos días después de la confirmación de su identidad Ignacio se reunió con su abuela y tíos de sangre, y con todos sus primos.
Ignacio decidió adoptar los apellidos de sus padres genéticos y agregar al suyo el nombre de Guido, como la familia Carlotto siempre lo llamó mientras estuvo desaparecido. Ahora se llama Ignacio Guido Montoya Carlotto, está casado con una mujer llamada Celeste, es músico de profesión, pianista y compositor reconocido, director de la Escuela Municipal de Música de la ciudad de Olavarría. También integra un cuarteto de jazz.
“Es muy buena persona y un buen músico. Ha estado incluso en Colombia tocando con su grupo. Nos vemos todas las veces que podemos. No vive cerca, pero nos hablamos. Ahora ha tenido una hijita, que es mi biznieta. Es un hombre alegre, bromista, de muy buen carácter. Lástima que mi esposo no esté para verlo, tienen muchas cosas parecidas. La otra abuelita, que falleció hace poco, sí lo pudo conocer”.

Los logros de la Asociación

“De las abuelas de la Plaza de Mayo yo soy una más, más conocida de pronto porque me muevo más. Ahora solo quedamos 15 abuelas en todo el país, la mayoría se ha enfermado y no puede caminar. Somos 7 en la comisión directiva que yo presido”, afirma Estela, refiriéndose al protagonismo que cada una de ellas ha tenido en el proceso de consolidación de la Asociación, la que a lo largo de 38 años ha logrado encontrar 121 nietos desaparecidos, no solo en Argentina, también en México, Holanda y Estados Unidos.
“Tenemos buenos equipamientos materiales y jurídicos para realizar nuestro trabajo, damos apoyo sicológico, resolvemos la historia de jóvenes que se acercan con dudas de ser un nieto buscado y no un hijo abandonado. Hay mucha tarea por hacer. Hay todavía muchos desaparecidos, eso no se ha solucionado, y una democracia que tenga ese hueco, no es perfecta”.
También se refirió a la organización que nació a la sombra de las abuelas: la de los hijos huérfanos, personas a las que, siendo niños, les asesinaron sus padres y quedaron viviendo con una abuela u otro familiar.
“Es una nueva agrupación que se llama “Hijos”. O sea que en vez de decrecer estamos aumentando. Son jóvenes que han asumido la búsqueda de sus padres y abuelos. Nosotros les decimos: ustedes son nuestro reemplazo, pero mientras haya una abuela, manda la abuela”.
A esta nueva organización se han vinculado sus tres hijos vivos: Guido Carlotto, que es Secretario de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires; Remo, que es diputado nacional; y Claudia, que es titular de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi).
Finalmente, Estela de Carlotto se refirió al gobierno Macri en Argentina, que asumió el poder con un pensamiento ideológico y político de derecha, distinto a los gobiernos anteriores, frente al cual las Abuelas de Plaza de Mayo tienen una clara posición:
“Ahora estamos pasando una etapa un poco dura. Frente a este gobierno nos seguiremos manifestando con el diálogo, rebatiendo aquello con lo que no estamos de acuerdo. Por ejemplo, este Gobierno ha cuestionado que no son tantos los desaparecidos por la dictadura, que no hay que hablar más del tema. Hay una decisión política de trastocar la historia, y eso no lo vamos a permitir”.

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