La paz en Colombia sí es posible, aseguran dos expertos
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A pesar de las viscisitudes que está atrevesando el proceso hacia la paz, un nivel bajo de credibildiad entre los colombianos y el enorme cúmulo de expectativas de las víctimas, se debe seguir adelante con los diálogos de La Habana, aseguran ex comandante del ELN y reconocido catedrático universitario.
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Felipe Torres, ex mando insurgente, es un convencido de la paz en Colombia |
Por Fernando Alexis Jiménez
Carlos Arturo Velandia Jagua y Jaime Zuluaga Nieto, son dos colombianos, estudiosos y expertos en la dinámica del conflicto colombiano, convencidos que la paz es posible ahora; no obstante, los dos provienen de vertientes distintas. El primero fue ideólogo y mando del Comando Central del ELN, conocido en el ámbito de la insurgencia como “Felipe Torres“, mientras que el segundo es un catedrático de las Universidades Nacional y Externado de Colombia. Pese a sus orígenes distintos, se identifican con un punto central: “Es necesario avanzar en el proceso de paz, porque estamos a las puertas de un cese de las acciones armadas.“
La semana pasada tuve oportunidad de hablar con estos dos personajes, en escenarios distintos. No puedo negar que esos diálogos avivaron la esperanza que me asiste—como a todos los colombianos— que el panorama de nuestra realidad política y social puede experimentar un positivo y dramático giro, anhelo de que nos podremos entender a pesar de las diferencias y que nuestras generaciones podrán caminar en un país donde las guerras fratricidas serán parte del pasado. ¡La esperanza que todos tenemos, sin duda!
Condiciones favorables para la paz
Carlos Arturo Velandia Jagua o “Felipe Torres“, el nombre que asumió como parte de la compartimentación al ser reclutado por el ELN cuando él cursaba la formación superior en la Universidad Industrial de Santander, cree que hay tres factores que favorecen el cese del conflicto armado: En primer lugar, hay disposición de la insurgencia y del gobierno para proseguir sentados en La Habana; en segundo lugar, la ciudadanía anhela y respalda este proceso hasta el punto de reelegir al Presidente Santos con el fin de no abortar un eventual acuerdo, y en tercer lugar, la comunidad internacional está interesada en brindar acompañamiento a las negociaciones y el post conflicto, no solo con las FARC sino con la concertación que se inicie con el Ejército de Liberación Nacional.
Este profesor universitario y escritor, que vino a la Biblioteca Departamental a presentar su más reciente libro, considera que los cinco ejes de los diálogos de La Habana–con todo y lo complejo que ha sido su discusión y que se haya avanzado sólo en tres de los cinco aspectos fundamentales–constituye un número más manejable que los 102 puntos que pusieron sobre la mesa las FARC cuando se iniciaron los diálogos en El Caguán. “Venimos de un tiempo en el que la sociedad, al votar por Uribe hacia la Presidencia, no creía en la paz sino en el lenguaje de la guerra; ahora, con la relecciòn de Santos, lo que se hizo fue darle un mandato al gobierno para que siga impulsando la negociación hacia la paz“, explica el escritor y conferencista en Universidades y espacios ciudadanos.
El que considera Felipe, es el único error en todo este atafago por encontrar una salida negociada al conflicto, es que no se haya pactado pronto un cese al fuego ya que cualquier acción armada de la insurgencia podría fracturar el proceso. A renglón seguido y de manera irreverente, asegura que los colombianos deben levantarse–donde quiera que se encuentren–y gritar a voz en cuello: “La guerra tiene que acabarse ya porque queremos vivir tranquilos, y además, porque nos da la gana...”
Nacimos para hacer revoluciones
Felipe Torres pasó casi diez años en la cárcel. Su captura se produjo el 24 de junio de 1994, después de 20 años de militancia en la extrema izquierda. En ese momento era el cuarto hombre al mando del ELN y con una posición de relevancia después del cura Manuel Pérez y de Nicolás Rodríguez Bautista, Gabino. Inició como instructor de insurgentes y luego se desempeñó como jefe de los frentes Camilo Torres, José Solano Sepúlveda, Compañero Tomás y la Compañía Anorí. La liberación, después de pagar su condena, se produjo el 9 de octubre de 2003, del pabellón de máxima seguridad de la cárcel de Itaguí (Antioquia).
Escucharlo es muy agradable porque hoy es un apóstol de la paz. “Soy un revolucionario comprometido con la paz de Colombia y a eso me voy a dedicar siempre.” Pero lo que más sorprende, es escucharlo referirse a lo que debe hacer un revolucionario: Ajustarse a las circunstancias. “Los revolucionarios nacimos para hacer revoluciones, y si la guerra no avanzó–como se demuestra con creces–, es necesario cambiar el rumbo sin dejar de ser revolucionarios, y buscar esos cambios estructurales en otros escenarios; y si el cambio es por vía electoral, entonces hacia allá debemos enfocarnos. Buscar el escenario electoral después de exponerle las tesis de cambio a los colombianos, no nos aleja de nuestro papel de transformadores sociales“, asegura Felipe Torres.
En criterio de este hombre que dirigía desde las montañas de Santander acciones armadas hasta que se convenció de la inutilidad de esa dinámica porque los mismos campesinos ya no respaldaban a la insurgencia, es tiempo de hacer un alto en el camino y cesar el caminar bélico: “La guerra ya se agotó. Hay que superar ese pensamiento que nos motivó por mucho tiempo. Es tiempo de poner el punto final y devolverle a los colombianos las banderas, para que los colombianos las enarbolen y nos marquen la ruta a seguir“.
Una bomba grande con una mecha corta
Los problemas sociales son tan grandes en Colombia, asegura Felipe Torres, que se deben buscar soluciones prontas. El primer paso se està dando con los diálogos de La Habana, y proseguirán con los acercamientos que están en curso con el ELN.
“Debemos acometer la tarea de encontrar soluciones porque el conflicto armado es una bomba chiquita con una mecha muy larga, mientras que los problemas sociales son una bomba muy grande con una mecha muy corta. Si nos enfrascamos en el cómo y el cuando, esa bomba social estallará y no podemos permitirlo“, asegura este ex guerrillero de hablar pausado, con maletín ejecutivo, camisa de manga larga que recoge cuidadosamente, y la pulcritud de alguien a quien si usted lo encuentra en Unicentro, podría confundirlo con un ejecutivo emergente. “Es tiempo de la paz, no de seguir en la guerra“, dijo sonriendo al terminar su conferencia en la Biblioteca Departamental.
La paz no es una opción, sino una urgencia
El profesor Zuluaga, a mano derecha, es un defensor de la paz en Colombia |
Jaime Zuluaga Nieto lleva más de treinta años acompañando el sueño de la paz para Colombia. Es profesor emérito en las Universidades Nacional y Externado de Colombia, luce un mostacho como el de Horacio Serpa, habla rápido como si lo estuvieran esperando en un taxi con la puerta abierta, pero a la par, ama la salsa, las empanadas y el champús porque es caleño. Ah, y no ha perdido su acento valluno a pesar de que lleva muchos años viviendo en Bogotá.
En su criterio: “La paz no es una opción sino una urgencia“. Estuvo dos días en Cali el fin de semana dictando un curso para 35 líderes, cuidadosamente seleccionados por la Alta Consejería para la Paz del Valle del Cauca, la Arquidiócesis de Cali y la Fundación Cultura Democrática. Para él: “Los colombians ahora están más conscientes de la necesidad de la paz, y aun cuando haya quienes no lo quieran aceptar, deberán darse procesos obligatorios como Amnistías e Indultos, que han acompañado procesos similares en muchos países y que, incluso, se dieron después de la violencia del 48 cuando el Gobierno Nacional promulgó los Decretos 1823 y 2184 de 1953 tanto para los chulativas como para los integrantes de las guerrillas del llano y otras expresiones de insurgencia.”
Dejar de lado el excepticismo
El profesor Zuluaga Nieto considera que están dadas las condiciones para seguir negociando hasta llegar al final del proceso y firmar la paz, no solo con las FARC sino con el ELN. “El punto más favorable es el apoyo de los colombianos. Ya están cansados de la guerra”, dijo.
Respecto al escepticismo que asiste a muchos, incluyendo por supuesto a quienes no quieren ver caminando por la avenida Sexta a desmovilizados ni tampoco los soportarían tomando la brisa de la tarde en la Plaza de Caycedo, dice que la actitud irá cambiando progresivamente. “Sin duda tomaremos conciencia que la paz es urgente, más que opcionar“, asegura este catedrático universitario que todos quieres escuchar, porque guarda en su cabeza y en muchas libretas de apuntes, los recurdos de los intentos fallidos por la paz que él ha acompañado personalmente. “Estoy convencido que veré la paz”, nos dijo.
Escuchar dos autoridades en el tema no solo nos alienta para seguir creyendo que nuestro país cambiará, sino que además alimenta el anhelo de que cambie el panorama y los niños no mueran de desnutrición, mujeres embarazadas no sigan vendiendo rosas junto a los semáforos para sobrevivir y que los enfermos no se mueran a las puertas de las clínicas porque no hay para pagar la consulta. Tal vez una utopía, pero prefiero seguir siendo un soñador de utopías que un negativista frenten a la realidad nacional.
NOTA OBLIGATORIA: Esta crónica interpreta apuntes y diálogos sostenidos por el autor y no necesariamente encarna el pensamiento sugoviano.