Por Fernando Alexis Jiménez
Lo que está haciendo el Presidente Maduro con los colombianos es una salvajada, aun cuando mis compañeros de izquierda pretendan justificar la decisión de cerrar la frontera aduciendo que es un asunto de Estado, y que obedece al propósito de defender la Nación de incursiones paramilitares.
Y digo que mostró la barbarie, que riñe con cualquier postulado político de izquierda—y si no es así, espero me desmientan—porque atropelló a los más vulnerables, a quienes residen en San Antonio y San Cristobal—en el Estado del Táchira—y en un abrir y cerrar de ojos los dejó sin casa, sin enseres y lo peor: Huyendo por la trocha del río fronterizo, como si fueran delincuentes.
Pero a la actitud atrabiliaria se suma otra: Salió en televisión sonriente para decir que todos aquellos que comprobaran residencia legal en ese país, tendrían derecho a restitución mediante la construcción de apartamentos si es que sus casas habían sido demolidas. ¿Cómo podrán comprobarlo si a todos los sacó –y sigue haciéndolo–de Venezuela?
Uno no entiende una medida así, aunque la rotulen como excepcional, ya que está arrasando con todo y equiparando a los colombianos con delincuentes.
¿Acaso adolescentes son paracos?¿En qué momento mujeres de 60 años empuñan un fusil?¿Y es que las mujeres embarazadas son capaces de portar equipos de campaña en territorio llano o en la montaña? Pero la miopía de Nicolás Maduro, de quien siempre se ha dicho tiene raíces en Colombia, no le permite ver la realidad ni en su propio territorio—donde su pensamiento cavernícola ha generado protestas—ni en el territorio vecino, con el que está cazando peleas sin motivo.
El cierre de fronteras, algo que se veía venir
El ánimo camorrero de Nicolás Maduro no es algo nuevo. Ha sido histórico. Estaba buscando motivos. Y le pone una fresa al helado cuando dice, a través de la televisión, que respeta a Santos y a los colombianos pero no puede soportar a los paracos.
Y justo a quienes está sacando a sombrerazos de territorio venezolano, es a los colombianos de a pié, a quienes el único delito que han cometido en esta vida es creer que podían buscar un destino distinto cruzando la frontera. Pero lo más irónico: La mayoría de ellos votó por Maduro, cuando en campaña, prometía brindarles garantía de residencia…
Por supuesto estos planteamientos despertarán discusiones acaloradas y hasta críticas. Las asumo, si se presentan, y uno que otro compañero de lucha considere que estoy fuera de foco. Pero como “amor no quita conocimiento”, el hecho de que creamos en un mundo diferente mediante un esquema de izquierda, no nos debe sustraer de la realidad: En Venezuela se están dando demostraciones evidentes de abuso de poder.
Lamentablemente no es el único caso. En muchos países donde la estructura económica es socialista o abiertamente comunista, también se han cometido desafueros.
Irónicamente cuando los izquierdistas marchamos por las calles reclamando libertad de expresión y la posibilidad de ejercer al derecho a la protesta social, nos indignamos cuando nos arremete la fuerza pública con garrote y gases lacrimógenos con los que quieren disuadirnos de avanzar. No obstante, cuando justamente líderes de izquierda asumen el poder, atropellan más que los militan en la derecha.