Por Fernando Alexis Jiménez
Cuando comencé a escribir esta mañana, tenía claros dos elementos: El primero, que el título de la nota lo llevaría a querer leer todo el contenido, y el segundo, que el postulado mismo choca con todos sus esquemas de pensamiento. Pero puedo asegurarle que al final de la nota, usted terminará dándome la razón.
Para graficar el asunto le contaré que en mi ya lejana juventud en Vijes, uní esfuerzos a otras parroquianos afectados por la incursión de Acuavalle, la empresa estatal que instaló una planta de tratamiento y pretendió cobrarnos cada gota de agua como si fuera de oro. Y con esa motivación común nos reunimos en una casa, y dimos comienzo a lo que –con el paso de los meses–llegó a ser un Movimiento Cívico que poco a poco permeó la mentalidad de muchos en un pueblo pragmáticamente godo, en el que ser católico y conservador están íntimamente ligados y salir de esa frontera significa la exclusión. Pero, insisto, con el paso de los días la semilla de la inconformidad fue haciéndose tan grande que decenas terminaron asistiendo a los encuentros nocturnos que inicialmente fueron clandestinos hasta que no hubo forma de ocultar que estábamos preparando acciones de protesta.
Entre los conspiradores ciudadanos estaba Rómulo Muriel, un minero de la cal que jamás leyó los libros que devoré en mi época de estudiante, pero que a todos les decía: “Yo soy revolucionista“. Y sí, lo era. Y por mucho tiempo votó por los mismos que siempre salían con las mismas, hasta que en carne propia sufrió las consecuencias de la injusticia y la politiquería cuando las primeras facturas del acueducto le arrebataron de su menguada canasta familiar las dos libritas de carne semanales y debiò reemplazarlas por fríjoles y lentejas. Al principio renegaba: “Esos de Acuavalle son unos tales por cuales…”, hasta el día que se unió a nosotros.
Pero junto a Rómulo estaba doña Alicia Suárez, la partera del pueblo que ante el peso de los hechos renunció a su militancia a ciegas en las toldas azules y se sumó al Movimiento Cívilco y con ella, don Crisóstomo Cantillo, el dueño de la cacharrería más grande y a la que iban todos los vijeños. Él nos financiaba por debajo de cuerda las chapolas que repartíamos en las noches.
Y como ellos, otros tantos salieron a marchar con nosotros en las calles, en manifestaciones que despertaban tanta curiosidad que ni Manuel José Reina Collazos–el Alcalde de la época–y León Henry Colonia–el eterno Secretario de Gobierno–, se querían perder. Al principio se reían viéndonos gritar arengas pero con el paso de las semanas fueron los primeros en abrir espacio para que realizáramos el único Cabildo Popular Abierto que tuvo Vijes en toda su historia. Al término de la reunión habíamos logrado una Acta en la que Directivos de Acuavalle se comprometieron a congelar las tarifas del acueducto, a dar un mínimo vital de agua para las familias y a reinstalar los contadores de agua–que habíamos desconectado como protesta–sin imponer sanciones. Un pueblo se hizo sentir y logró cambios significativos en una problemática social específica.
Sí, Rómulo Muriel que nunca leyó a los grandes pensadores, era revolucionario porque ayudó a impulsar un cambio… Y no necesitaba otro acicate que la inconformidad para despertar su rebeldía más profunda, la que no expresaba ni con unos tragos de aguardiente encima. Él vio cómo golpeaban su presupuesto familiar y, sin importar que otrora fuera godo como los demás, salió a las calles a protestar…
El problema son las etiquetas
Lamentablemente hoy día cuando se dice de alguien que es revolucionario, inmediatamente se le asocia con un militante de las ideas marxistas, seguidor de Camilo Torres Restrepo o quizá discípulo acérrimo del ideario de Simón Bolívar y sin mucho esfuerzo se le margina, se le excluye, se le estigmatiza.
Olvidamos que revolucionario es todo aquél que busca un cambio, que se rebela contra la injusticia, que aporta ideas para que se pueda vivir dignamente. Aplicar etiquetas no contribuye a nada, por el contrario, es el mayor estímulo para el caudillismo porque algunos revolucionarios desestiman a los demás porque no son marxistas, olvidando que eso es sectarismo. Igual caen en el sectarismo quienes se matriculan como derechistas, olvidando que es otra forma de segregar a los demás. Dicho sea de paso, ningún caudillismo jamás ha sido ni será bueno, ni de derecha ni tampoco de izquierda.
Si a usted le duelen los niños que no pueden ir a estudiar por la pobreza de sus padres; si a usted le indigna la miseria en la que viven decenas de compatriotas que tienen su puestico de dulces, chicles y cigarrillos para agenciarse unos pesos que les permitan sobrevivir; si a usted le ofende que millares de colombianos se mueran a las puertas de un hospital porque no tienen para pagar ni la consulta ni los medicamentos; si usted se siente atropellado porque quienes detentan el poder legislan pero en contra de Juan Pueblo, entonces evidencia síntomas de que usted es revolucionario. ¡Quiere cambios, desea salir del statu quo en que nos mantiene el gobierno, que no sigamos sometidos a la injusticia!
El revolucinario no es un sectario amparado en que es de uno u otro partido, simplemente suma fuerzas; el revolucionario renuncia al protagonismo en favor de un colectivo; el revolucionario no comparte ni calla contra las injusticias; el revolucionario jamás renuncia a sus sueños de un país distinto, posible, con igualdad y justicia social.
Y con esta breve reflexión, rememoro a un revolucionario que murió en el Hospital Universitario del Valle de peritonitis, ante la indolencia de un cuerpo médico que le decía: “Usted debe esperar, porque no tenemos camilla“, mientras que Rómulo Muriel se revolcaba en el suelo con unos cólicos terribles. Y aun cuando a Rómulo lo mató la injusticia de un sistema de salud inequitativo, jamás podré olvidar que acompañó nuestras luchas cuando buscábamos que una empresa estatal no nos robara la menguada canasta familiar para pagar la factura mensual… Sí, Rómulo como tantos otros que se rebelan ante la injusticia, fue un revolucionario aunque no leyó sobre marxismo ni se auto calificó jamás como camilista… Era un revolucionario innato…
NOTA OBLIGATORIA:
La presesente columna interpreta el pensamiento del autor y no compromete el pensamiento del movimiento sugoviano.
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El Sindicato Unitario de la Gobernación del Valle del Cauca-Diverso pero Unitario, es una Organización Sindical de Industria y/o rama de actividad económica de primer grado y mixta, que tiene en su seno a Servidores Públicos adscritos en los Niveles Central-Descentralizado, EICES-ESES-de Nivel Dptal. y Funcionaros de Educación planta FODE .
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