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| La muerte de Gaitán desencadenó enfrentamientos entre liberales y conservadores, que persisten hoy con nuevos actores como los paramilitares que procuran diezmar el ideario de la insurgencia… |
Por Fernando Alexis Jiménez
De mi abuelo Rogerio evoco vívidamente muy pocas cosas, pero lo que guardo en el baúl de los recuerdos me marcó para siempre. En particular una frase: “La vida de una persona está por encima de las convicciones políticas y las ideologías“.
Esas catorce palabras que definen toda una filosofía de vida las escuche como respuesta al interrogante de por qué había expuesto su vida por salvar a liberales, en un pueblo recalcitrantemente godo como es Vijes, y exponerse él mismo junto con su familia a ser muerto a manos de los pájaros de la época.
Para entender el asunto es necesario viajar en la máquina del tiempo a la década de los cincuenta, tiempo después de la trágica muerte de Jorge Eliécer Gaitán, en Bogotá.
La violencia que enfrentó a los colombianos
En todo el país la reacción del liberalismo no se hizo esperar. Pero se volteó la cara de la moneda, y en los pueblos históricamente conservadores, se armaron y, unos y otros, se enfrascaron en encarnizadas batallas campales que dejaron muchos muertos.
Y en el corregimiento de Cachimbal, parte alta de mi pueblito natal aunque muy cerca de Restrepo, los pájaros godos se reunían en la cafetería del marco de la plaza a planear a quiénes sacar del territorio, so pena de que si se resistían, pagaban con su vida la decisión.
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| Históricamente Vijes, mi tierra natal, ha sido recalcitrantemente godo… |
Mi abuelo estaba en esas reuniones. Era un conservador de pura cepa, aprendiz de pájaro, y no podía faltar. Escuchaba atentamente a quiénes iban a sacar o, en el peor de los casos, enviar a mejor vida.
Horas después iba donde los liberales que tenían en el listado y les advertía que huyeran. Si algunos no querían hacerlo, les ofrecía su propia casa en donde podrían resguardarse por un tiempo.
Fueron muchas semanas y muchas personas liberales a las que salvó, hasta que alguien en plena reunión de la cafetería, lo acusó de ser un “patiamarillo“, en otras palabras, un godo que estaba ayudando a los liberales. Y fue a él a quien iban a ajusticiar.
–¿Qué hiciste?–, le pregunté.
—Huí con mi familia. Pero no me arrepiento. La vida de una persona está por encima de sus convicciones políticas o las ideologías–, me dijo.
Esas palabras siempre me han dado vueltas en la cabeza. Y vienen a mi memoria cuando pienso en los sectarios que al amparo de una ideología o convicción política, quieren arrasar con su contendor.
Cambiar la perspectiva, sin duda nos llevaría a convivir mejor, en un país que lleva más de cincuenta años desgarrándose las entrañas entre dos colores: azul y rojo, y que hoy, se resiste a reconocer que hay que brindarle espacio a otras expresiones políticas, para que también salgan a la palestra a exponer sus ideas…
NOTA IMPORTANTE: La presente columna compromete el pensamiento del autor ya que no necesariamente encarna los planteamientos generales del movimiento sugoviano.
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